A las 3:30 de la mañana Jacqueline Oviedo Orduz, futbolista del club Botín de Oro, sale de la casa en el barrio Café Madrid del norte de Bucaramanga, junto con su padre Fermín Oviedo Carrillo, para iniciar las labores como vendedora de fruta a las afueras de la plaza de mercado de San Francisco.

En la oscuridad de la madrugada, los saludos inician desde la esquina de la calle 13 con 24 hasta llegar al punto de venta, ubicado a mitad de la cuadra, bajo el edificio de vidrio. Sobre una mesa sostenida por canastas de madera, distribuyen el surtido del día: melón, piña, fresa, durazno, mango y naranja. Abren la sombrilla que, en este caso, se diferencia de las demás porque no es de colores, es negra, y la unen junto a un pedazo de palo que sobresale en medio de la fruta.

A las 4:30 de la mañana empiezan a llegar los tenderos, dueños de micromercados y de puestos de comida rápida para hacer las compras necesarias. Esta es la razón de que Jacqueline Oviedo tenga un conocido en cualquier lugar al que vaya.

“Mi papá me dice que yo no puedo faltar ningún día porque sé convencerlos para que ellos compren, además manejo las facturas y el dinero”, expresa Oviedo Orduz, estudiante de tercer semestre de Tecnología Deportiva en las Unidades Tecnológicas de Santander, UTS.

Para la joven, ya es parte de la rutina ir a trabajar en la mañanas, esta es una forma de contribuir con el aporte que le da su papá para pagar el estudio.

Desde las 4:30 de la mañana Jacqueline Oviedo Orduz inicia su jornada laborar a las afueras de la plaza de mercado San Francisco./ FOTO JHON BALLESTEROS
Desde las 4:30 de la mañana Jacqueline Oviedo Orduz inicia su jornada laborar a las afueras de la plaza de mercado San Francisco./ FOTO JHON BALLESTEROS

De vendedora informal a entrenadora de fútbol
Desde los 11 años, ha recibido distinciones por practicar este deporte. Actualmente tiene 14 medallas, juega en las selecciones Botín de oro, desde 2011 y también hace parte de la Selección Santander y UTS.

Su talento fue descubierto desde que jugaba en los intercolegiados al representar el Colegio Café Madrid. Con una sonrisa en el rostro, recuerda el momento en que se acercó un desconocido y le dijo: “La espero el martes en la cancha Marte”. Allí estaba Alexander Spencer Uribe, director técnico del Botín de Oro y la selección UTS, quién iba a observar el manejo que tenía con el balón. “Me aceptaron, estaba sorprendida porque yo nunca había visto un club de niñas, era una impresión ver a tantas jugadoras en una cancha”, afirma.

Ese fue el inicio de la carrera como futbolista. Empezaron los entrenamientos y ahora se le sumaba a la Selección Santander en 2012. Fue uno de los mejores momentos de su vida. Haber pasado la convocatoria en medio de un buen número participantes, le hizo pensar que debía motivar a más mujeres a que cumplieran el sueño de estar en una escuela de fútbol exclusivamente para niñas.

Con 19 años Oviedo ha iniciado uno de sus proyectos, el ser profesora deportiva. Hace un mes es la entrenadora de 30 niñas del barrio Campo Madrid en el norte de Bucaramanga. “Ella es una de las mejores profesoras, sabe mucho”, “parece una ‘Messi’”, “es una jugadoraza”, son las palabras de algunas de las integrantes de la escuela.

Con 10 platillos, cinco conos, cuatro balones, y 12 petos, inicia cada semana los entrenamientos en las canchas de Campo Madrid y Betania. /FOTO LAURA CORREA
Con 10 platillos, cinco conos, cuatro balones, y 12 petos, inicia cada semana los entrenamientos en las canchas de Campo Madrid y Betania. /FOTO LAURA CORREA

Entre el estudio, el trabajo y los entrenamientos con las selecciones, debe apartar tiempo para dirigir el equipo, los martes, jueves y sábados. A las 6:30 de la tarde Oviedo Orduz toma un bus que la lleva desde el Café Madrid hasta la estación de Campo Madrid. Se encuentra con dos canchas sin luz. Una de tierra y otra de cemento donde entrenan los sábados, sigue el camino por un sendero oscuro y sin pavimento.

Al lado derecho están las casas de la cuadra 12 de Betania, al lado izquierdo, maleza. Al final del sendero hay una la luz amarilla que alumbra la cancha en la cual es la práctica de los martes y jueves de 7:00 a 9:00 pm. Con 10 platillos, cinco conos, cuatro balones, uno de ellos sin aire y 12 petos azules y amarillos, llama a las jóvenes con un fuerte silbato para que formen un círculo en la mitad de la cancha e iniciar con el entrenamiento.

El sonido de las risas de las niñas, las mamás de algunas de ellas saludándose entre sí, los jóvenes que van a mirar el entrenamiento preguntando si ellos también pueden jugar. Estos hechos le generan más ganas y pasión para enseñar lo que ha aprendido en las UTS y en el transcurso de la carrera como futbolista. Sin ninguna remuneración a cambio, solo se conforma con que alguna de las alumnas llegue a competencias profesionales.

“Siempre he querido ser profesora y me gusta trabajar con los niños. Es lo que estoy estudiando y ¿por qué no?, va a ser una oportunidad más para aprender y poner en práctica mis conocimientos”, manifiesta.

Las clases de fútbol de la escuela Real Sueños Compartidos son un espacio en el que las niñas, aparte de ir a aprender, van a desahogarse y a ocupar el tiempo libre para no incidir en malos vicios y problemáticas del entorno.

Según la socióloga y docente de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Paloma Bahamón Serrano, “el fútbol no solo es un deporte, sino que es una práctica cultural grande, que puede crear en las personas estrategias y herramientas para vivir de determinada forma, además de generar disciplina, constancia y pautas de respeto”, además aseguró que “iniciativas como estas hacen que la mujer no caiga en el círculo vicioso de estar en casa y tener hijos, sino que se desarrolle como persona y emprenda proyectos que le apasionen”.

Por esta razón, Jacqueline Oviedo ejecutó este proyecto con el apoyo de los papás de las integrantes. Cada entrenamiento fortalece diferentes áreas, fuerza, velocidad y táctica, unido a la disciplina, valores del deporte y constancia. Además explica que quiere ser un ejemplo de que no importa en las condiciones que viva, se puede salir adelante.

“En el entrenamiento de los sábados, a las 3:30 pm, ninguna puede llegar tarde, no hay excusa de que estaba en el colegio. Las estoy acostumbrando a ser puntuales y a ser disciplinadas en clase. Si no hacen un ejercicio o llegan tarde les pongo más trabajo físico”, afirma.

La federación colombiana aprobó la liga femenina de fútbol y a partir del 2017 se podrán crean clubes. En Brasil, Argentina y Chile ya existen ligas femeninas. /FOTO LAURA CORREA
La federación colombiana aprobó la liga femenina de fútbol y a partir del 2017 se podrán crean clubes. En Brasil, Argentina y Chile ya existen ligas femeninas. /FOTO LAURA CORREA

No solo en los entrenamientos refleja el carácter fuerte y estricto, también en las clases, así lo aclara Jonathan Andrés García Arenas, compañero de salón, “ella es noble, colaboradora y buena persona. En todas partes la saludan, pero cuando entra al salón de clases no permite que nadie le hable, solo se concentra en lo que el profesor está diciendo, es estricta con eso”.

Así como en las clases, en su casa también pone reglas e incentiva a sus tres hermanos a realizar las labores del hogar, así lo expresa Fermín Oviedo. “Ella es muy estricta con sus cosas, es responsable, trabajadora y puntual. Yo siempre les he dicho mientras uno sea responsable va bien todo, a veces es como la segunda mamá”.

“La economía no me da”
Aunque Oviedo integra tres selecciones de fútbol, su mayor sueño, como todo jugador, es llegar a la Selección Colombia y representar al país. Así como la santandereana Yoreli Rincón Torres, quien inició en el club deportivo Nantes-Servifarma y llegó a jugar a la Selección Colombia sub 17 desde 2007. También fue figura en la selección de mayores logrando distinciones como mejor jugadora de la Copa América Femenina y deportista del año El Espectador en 2014.

Con un silencio prolongado y los ojos cristalizados, menciona que es difícil alcanzar ese objetivo porque se requieren unas exigencias las cuales ella no puede dar. “Por un lado está la parte económica, yo sé que si llego a participar, es mucho dinero el que está de por medio, y no sé si se pueda conseguir un patrocinador. Aquí en Santander es difícil que apoyen a una mujer que juega fútbol”, asegura. Por otro lado menciona que la competencia es dura, pero es lo de menos, con entrenamientos y preparación podría clasificar.

No obstante, ella sigue incentivando a las jóvenes para que se formen como buenas jugadoras y pronto puedan competir con Botín de Oro. “Este también es mi sueño, siempre he pensado en un club deportivo para el norte, por eso inicié con la escuela de niñas, quiero darles la oportunidad a ellas de que se den a conocer. Hay mucho talento abandonado allá y eso es lo que quiero resaltar”.

“Mambrú no va a la guerra”
Mientras transcurría uno de los entrenamientos de los sábados, bajo los rayos del sol, en la cancha de arena del barrio Campo Madrid, Jacqueline Oviedo y David Carvajal Guerrero, director de la escuela, diligenciaban un formulario que inscribía a la escuela Real Sueños Compartidos para trabajar con el proyecto del Estado ‘Mambrú no va a la guerra, este es otro cuento’.

La iniciativa busca, por medio de las jornadas lúdicas y recreativas, la prevención del reclutamiento y la utilización de niños adolescentes y jóvenes por los grupos al margen de la ley o delincuencia organizada.

“Escogimos a la escuela porque es el único programa visible que hay en la comunidad donde podemos llegar a tener mayor participación con los niños y jóvenes”, asevera Ana María Ramírez Giraldo, promotora del proyecto.

El programa se encuentra en la fase de diagnóstico para iniciar con el proceso de talleres y actividades. Esta tendrá un acompañamiento de un año y se estima que en tres o cuatro meses inicie el trabajo directamente con la escuela de fútbol. “A partir de ese momento se mirará cómo vamos a apoyar la iniciativa. La idea es ayudar económicamente o con implementos que requieran para el desarrollo de las labores”, afirma la promotora.

‘Mambrú no va a la guerra’ ya se desarrolló en Rionegro, Santander. Este consistió en crear una banda músico marcial, que integró a 69 niños entre cuarto de primaria y once de bachillerato.

Laura Ximena Correa Sepúlveda
lcorrea288@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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