El municipio de Simacota (ubicado a tres horas y media de Bucaramanga, en la provincia Comunera) resume la historia política del país, la cual ha transcurrido entre la violencia política, su salida negociada y la reparación de las víctimas.
La última de esas violencias, que completa casi 60 años, dio origen a los movimientos guerrilleros de ideología comunista que pretendieron, sustentado en un momento histórico, la llegada al poder a través de las armas y con fundamento en ciertos focos de rebelión, como lo era el movimiento estudiantil y el movimiento campesino.
En esta población, bajo esa ló- gica, se daría inicio a uno de esos movimientos guerrilleros que después se conocería como Ejército de Liberación Nacional (Eln) y que tiene como mito fundacional precisamente la toma cívico-militar de dicho municipio, el 7 de enero de 1965, un hecho que le otorgó además las dimensiones políticas de guerrilla y de lucha armada.
En esta población, bajo esa ló- gica, se daría inicio a uno de esos movimientos guerrilleros que después se conocería como Ejército de Liberación Nacional (Eln) y que tiene como mito fundacional precisamente la toma cívico-militar de dicho municipio, el 7 de enero de 1965, un hecho que le otorgó además las dimensiones políticas de guerrilla y de lucha armada.
Hoy, 51 años después de lo ocurrido, el Eln adelanta las conversaciones con el Gobierno nacional que permitirían la salida negociada del conflicto por encima de la vía militar. Lo anterior requiere entonces del ejercicio de la memoria histórica a fin de comprender la violencia política que nace en ese municipio, pero además, la posibilidad de establecer a partir de dicha comprensión las garantías de no repetición.
Cuando Simacota fue tomada
Cuatro guerrilleros vestidos de civil del Eln detuvieron un bus en la entrada al municipio, sobre la carretera que conduce a Chima. Dos de ellos se posaron en la parte delantera, y otros dos en la trasera. Era día de mercado, el 7 de enero de 1965, Juan Afanador Afanador, uno de los cinco mil habitantes de dicha población, viajaba hacia el municipio de Socorro. Sobre aquel momento asegura que uno de los insurgentes preguntó: “¿Quién sabe leer?”, y él, sin temor, respondió espontáneamente, “yo sé”.
Afanador recuerda que ese día se dio la afamada toma perpetrada por aquel grupo guerrillero. También recuerda que los guerrilleros le pidieron leer el “Manifiesto de Simacota”, firmado por Carlos Villareal y Andrés Sierra, cuyos nombres reales eran Fabio Vásquez Castaño y Víctor Medina Morón. De Vásquez Castaño se dice que fue uno de los primeros guerrilleros que se internó en el campo para buscar ayuda de la población rural e integrarla a las filas del Eln.
Si bien Afanador, de casi 70 años, no recuerda con exactitud lo que decía aquella comunicación más allá de algunas consignas, el fallecido Jaime Arenas, bumangués y uno de los primeros integrantes de esa guerrilla, lo transcribió en su libro “La guerrilla por dentro” como parte de su testimonio para la historia. Uno de los fragmentos que Medina y otros de sus compañeros leyeron a la población en la víspera de Reyes Magos fue: “… nuestro pueblo que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la explotación, de la miseria, de la violencia reaccionaria, se levanta y está en pie de lucha. La lucha revolucionaria es el único camino de todo el pueblo para derrocar el actual gobierno de engaño y de violencia”.
Lo que sí llega a la mente de Afanador es la historia de alias “Mariela”, cuyo nombre real era Paula González Rojas, la única mujer que participó junto a 26 hombres más en la toma. Era hija de Marcos González, un hacendado del municipio el Hato y a quien mataron junto a su esposa, Tránsito Rojas. Según dijeron, el asesinato de la pareja fue ejecutado por el Ejército, razón que llevó a “Mariela” a unirse a las filas del Eln.
Un día antes de la toma, esta mujer llegó al pueblo con el grupo tras una extensa caminata por pá- ramos y montañas. De acuerdo con lo planeado, dirigieron a la población hasta la plaza principal donde los insurgentes recordaron la importancia de la acción guerrillera y de la organización popular. También ingresaron a la Caja Agraria y tomaron el dinero de la entidad (entre 54 y 60 mil pesos), el cual les permitiría mejorar las condiciones económicas de la guerrilla.
Sin embargo, dos horas después de la toma, la llegada del Ejército los sorprendió. En medio de ráfagas y del estallido de petardos, fallecieron varios guerrilleros y algunos uniformados. Los integrantes del Eln partieron del pueblo sin dinero, drogas y otros enceres que habían hurtado para sus tropas.
No obstante, según Jaime Arenas, no perdieron la batalla. Por el contrario, por medio de la toma de Simacota se dio a conocer al país, incluso en el ámbito internacional, que dicho evento no se trataba solo de una respuesta a una agresión militar. “Se trataba de una nueva modalidad de lucha. Era una guerrilla que a diferencia de las guerrillas del 48 al 57, de la llamada ola de la “violencia”, escapaba al control de los partidos políticos tradicionales y del propio Partido Comunista… La lucha revolucionaria es el único camino de todo el pueblo para derrocar el actual gobierno de engaño y de violencia… El pueblo liberal y el pueblo conservador harán frente juntos para derrocar la oligarquía de ambos partidos”.
Persiste el rechazo
Hace doce años que Afanador se fue del municipio, sin embargo, al recorrer las calles que según dice no han cambiado mucho desde la toma guerrillera, recuerda que ese día el pueblo le reclamó a un coronel de la Policía que estaba vestido de civil por qué no había salido a defender a la gente. “Su respuesta fue: “¡pa’ qué! ¿Pa’ que me mataran?”
En el parque del municipio dos hombres que se esconden del sol bajo el quiosco son abordados por Juan Afanador quien sin timidez les pregunta si recuerdan algo de las dos horas en las que estuvo el Eln en el pueblo. Con respuestas cortas, como haciendo saber que no les interesaba el tema, afirmaron que no, pero ante las continuas preguntas de Juan por algunos testigos, terminaron la conversación diciendo “eso ya qué, todos murieron”.
Fue entonces cuando Afanador regresó en la historia de su vida y terminó de contar lo ocurrido en el bus. “Eran las 5:30 de la mañana y el vehículo seguía detenido. Al lado izquierdo se acercó otro guerrillero y dijo que volviera a leer el documento. Nosotros no sabíamos quiénes eran. Era la primera vez que una guerrilla se asomaba a un pueblo. Después de leerlo me volteé y pregunté si alguien tenía radio, que lo prendieran para escuchar las noticias. Un guerrillero se asomó a la ventanilla y dijo, ‘apague el radio, es una orden’. Volvió y se acercó, miró el reloj y dijo: ‘no se preocupen a ustedes no les va pasar nada, tranquilos que con ustedes no hay problema, en unos minutos hay salida’”.
Minutos después, relata Juan, el comandante Carlos Villareal (Fabio Vásquez Castaño) se acercó en un caballo y en la cabeza de la silla llevaba la bandera nacional que había bajado del cuartel de la Policía. “Nos preguntó si éramos campesinos. Dije que todos, que íbamos para el mercado. Traía un revólver nuevecito en la pretina y en la mano otra pistola. Preguntó que dónde estaba el chofer, y éste por el miedo se había confundido con los pasajeros. Terminó de echar su discurso y dijo con permiso del chofer voy a pinchar una llanta a la buseta. Luego le hizo se- ñas a los guerrilleros y se fueron”.
Afanador le pidió al chofer que encendiera el vehículo y tratara de llegar a la plaza principal. “Ya estaban los policías muertos. Ya habían sacado la plata. Desde la loma hicieron unos disparos y al rato llegó el capitán Díaz del Ejército del Socorro. Se demoraron porque el Batallón Galán estaba detrás de “Tirofijo” (Pedro Antonio Marín Rodríguez, también alias “Manuel Marulanda Vélez”, uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Farc), y en Socorro solo había 20 soldados. Cuando subimos todavía estaban en la plaza unos guerrilleros, pero ya estaban saliendo. Cuatro policías murieron y un sargento que estaba haciendo una llamada en Telecom, según lo que cuentan, ahí lo mataron. Se salvó uno que era casado y estaba desayunando en casa. Un vecino le contó que mataron a sus compañeros, se cambió de civil y salió”.
Y pese a que en la toma los pasajeros de aquel bus no sufrieron, Afanador opina que lo ocurrido no se diferencia en nada a la guerra bipartidista (entre liberales y conservadores), conflicto que le arrebató la vida a uno de sus hermanos y lo hizo desplazarse por Santander, Tolima y Cundinamarca tras amenazas. “La guerra entre los mismo colombianos no se justifica”, asegura.
La reconciliación
“Llegué en 1978 a Simacota, ingenuo y sin conocer la historia. Un señor me contó que ellos pensaban que era la chusma y no la guerrilla, ni sabíamos qué era eso”. Así conocía el profesor Alfredo Flórez Mantilla la historia de la toma. La chusma a la que se refieren eran los grupos ilegales que patrocinaba el Ejército en la guerra bipartidista.
El docente Flórez Mantilla cita el libro “La guerrilla por dentro” y explica que el municipio era un punto estratégico para la guerrilla, pues la parte baja colinda con la cordillera Occidental (serranía de Los Yariguíes) y eso facilitaba la huida de los insurgentes. Además, contaba con entidades del Estado como la Caja Agraria y Telecom, y el mal estado de las vías, pese a estar cerca, dificultaba la llegada del Batallón Galán desde Socorro.
Pese a que la toma ocurrió hace 51 años, Carlos Pérez Morales, presidente del Concejo, asegura que las condiciones del terreno y las vías de acceso siguen iguales. Incluso, expresa que por la serranía de Los Cobardes, Simacota siempre ha estado incomunicada, y para llegar a la parte baja del municipio, donde el conflicto armado también ha golpeado a la población y donde ocurrió la masacre de La Rochela, “toca atravesar todo el departamento. Es por esto que la comunicación entre el Gobierno nacional y la comunidad siempre se ha dificultado”, expresa Pérez Morales.
Lo cierto es que, como añade el profesor Flórez, no se han escatimado esfuerzos para que las nuevas generaciones reconozcan y entiendan la importancia que este lugar ha tenido en el conflicto armado de la región.
Considera que las estrategias que involucran al discurso de la paz y la reconciliación, no son suficientes porque los jóvenes siguen siendo apáticos a la política.
Reparación integral
Este municipio se divide en dos regiones: Simacota alto y Simacota bajo. Ambas fueron golpeadas no solo por hechos como el narrado sino por la violencia ejercida por las Farc así como los grupos paramilitares del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia. Entre 1980 y 2010, los pobladores tuvieron que soportar el reclutamiento forzado de menores, el despojo de tierras, el desplazamiento (al menos 3 mil personas tuvieron que salir de la zona entre 1998 y 2008) y la extorsión a los agricultores, especialmente los del sector bajo.
Dicha población también es recordada por uno de los hechos más repudiados en Colombia, la masacre de La Rochela, ocurrida el 18 de enero de 1989, en la que fallecieron 12 funcionarios judiciales que investigaban varios crímenes a manos de las Autodefensas del Magdalena Medio, al mando de Alonso de Jesús Baquero, alias ‘Vladimir’. Además, se conoce que en esta jurisdicción también operaron los paramilitares del Frente Comuneros Cacique Guanentá.
Pese a lo anterior, el alcalde, Mauricio Cala Amaya, contó que el municipio trabaja fuertemente para superar la violencia que siempre los ha reprimido. Cuenta que la población es pionera a nivel Nacional de dos planes de reparación de víctimas. Según confirmó a 15, actualmente están inscritas 1.270 víctimas a las cuales se les prestará ayuda por medio del fortalecimiento del sector agropecuario y alianzas productivas que garanticen la sostenibilidad. También con “estrategias que incentiven a los jóvenes con alternativas de empleo para que no abandonen el municipio y ayuden al desarrollo”.
Por su parte, el concejal Carlos Pérez Morales agrega que dentro del proceso de reparación, 26 lí- neas de reparación, está publicar la memoria histórica del municipio en un libro, porque “muchos de los jóvenes desconocen los hechos ocurridos”.
El presidente del Concejo también resaltó que la actual administración está enfocada al tema de la paz y formación en liderazgo, con el fin de “recuperar tradiciones, que no existan barreras invisibles y dar a conocer las realidades del proceso de paz. Consideramos que la mejor forma de mantenerse en paz es el diá- logo”. Su interés ha sido visible desde que hizo parte de los líderes de Tejedores y Tejedoras de paz y el comité de impulso. Sin embargo, se espera que el Gobierno nacional los tenga en cuenta como un posible escenario de diálogo y de concertación, en el que la comunidad pueda participar como gestora de cambio e incluso, servir como uno de los escenarios emblema en el posconflicto.
Por Andrea Nocove Marín
anocove@unab.edu.co