Durante el discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, el escritor chino Mo Yan contó que hace muchos años su madre guardaba una constante preocupación por el futuro de su hijo. Este último era un niño que parecía tener el don de narrar historias, de contarlas con tal pericia que sus familiares se reunían para escucharlas; sin embargo, el inconveniente era que en China las personas que hablan mucho son vistas como charlatanes y farsantes.
En ese país es mejor escuchar a los viejos sabios, oír de sus labios el relato de tiempos memorables, de experiencias de antaño. Por esta razón, un día, en que el pequeño cuentacuentos terminó una de sus historias, su madre casi en un tono mítico y profético le dijo: “Hijo mío, ¿qué vas a hacer en el futuro?, ¿quieres ganarte la vida contando cuentos?”
Mo Yan es uno de los escritores orientales más leídos y aclamados en la actualidad. Sus escritos tienen el estilo sobrio, sencillo y profundo de las grandes obras de la literatura oriental. La mayoría de sus historias narran, de manera poética y reflexiva, un pasado colmado de dificultades, de necesidades, de pesadumbres, y en ocasiones, de alegrías. Mo Yan nació y pasó los primeros años de su vida en Gaomi, una pequeña comunidad de la provincia de Shandong.
Su madre analfabeta, de origen humilde y rural, fue la persona que lo indujo por el camino de la literatura y la ficción. A pesar de la pobreza, del hambre y de dudar sobre los beneficios que la lectura traería, ella siempre consintió que su pequeño se acercara a los libros.
Desde entonces, la literatura, las historias, los libros y el pasado han sido parte fundamental en la vida de este autor. Mo Yan ha producido obras que lo llevaron al reconocimiento local e internacional. Obras como Sorgo Rojo, El rábano rojo invisible, Rana y Cambios dan cuenta de un genio de la literatura, un contador de cuentos capaz de desentrañar y mostrar lo más limpio y sucio del alma.
Sus personajes, aunque ficticios, aunque imaginados, están llenos de una realidad asombrosa, melancólica y devastadora. La joven Jiu’er de Sorgo Rojo, una chica obligada a desposarse con un viejo leproso y rico, nos deja una sensación de dolor y vergüenza innombrables. La barbarie que sufre el silencioso chico de El rábano rojo invisible destroza nuestras ideas de respeto y amor.
El drama de la doctora Wan Xin, en Rana, por estar en contra del régimen político que impuso a sangre y fuego el control de la natalidad en China, nos recuerda con temor la certera afirmación de Joseph Conrad: “Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad”. Y finalmente, en Cambios, las historias del joven Mo, del rebelde He Zhiwu, de la hermosa Lu Wenli y del profesor Liu Tianguang construyen una desgarradora trama que logra conmocionarnos ante las incertidumbres y vaivenes de la vida.
Sin duda, en las obras de Mo Yan se muestran con una modesta desnudez muchos aspectos culturales, sociales y humanos de la vida en China. En los escritos del nobel no solo leemos la historia de algunos personajes ficcionales, también podemos identificar el pensamiento y la realidad de un pueblo que nunca dejará de sorprendernos. En sus novelas y cuentos sentimos que estamos capacitados para soportar cualquier tipo de sufrimiento efímero o sempiterno.
El espíritu de sus historias se postra a nuestro lado y nos narra uno a uno los recuerdos o las fantasías de un escritor que nunca, como afirma categóricamente al final de su discurso, nunca dejará de ser un cuentacuentos.
Paradójicamente, en mandarín Mo Yan significa “No hables”. Es una fortuna que el presagio de la madre del autor se haya concretado y que el don de contar cuentos no haya quedado en el olvido.
Por Julián Mauricio Pérez G.*
jperez135@unab.edu.co
* Docente de Expresión y Literatura. Departamento de Estudios Sociohumanísticos y programa de Literatura Virtual, de la Unab.