Por María Alejandra Martínez Trujillo
mmartinez217@unab.edu.co
La pandemia de la covid-19 no parece cesar. Tras cinco meses de cuarentena y restricciones en Colombia, el constante aumento de muertes y contagios sigue afectando a los hogares. Con 15.372 muertes registradas hasta el 17 de agosto, los familiares de esas víctimas se han visto obligadas a incinerar los cadáveres de sus seres queridos, como protocolo de bioseguridad. Venancio Ríos, familiar de un fallecido por covid-19, afirma con nostalgia que cuando murió su hermano no les dieron la opción de enterrarlo, sino que solo les dijeron que por ser positivo debía ser cremado.
Al igual que la familia Ríos, miles de familias no han podido despedir a sus seres queridos como era tradición. Con la normativa establecida en abril del 2020 por el Gobierno nacional, las reuniones fúnebres quedaron suspendidas, y el trabajo de los fabricantes de cajas mortuorias en pausa.
José Ólmer Villamizar, dueño de la empresa de ataúdes Jolvir, asegura que desde marzo del 2020, dos semanas después de la declaración de emergencia por la pandemia, en Santander la demanda de féretros cayó en un 40 % y causó que la producción a la que venían acostumbrados disminuyera de manera notoria. “Paradójicamente los muertos aumentan, y los fabricantes de cajones exequiales no nos vemos beneficiados”.
De las bóvedas a los cenizarios
La crisis sanitaria no solo ha afectado a los fabricantes de ataúdes en Santander, sino a
todas las regiones que cuentan con hornos crematorios. Según la Federación Nacional de
Comerciantes, Fenalco, en el país están distribuidos unos 300 hornos disponibles para
incinerar a los fallecidos por causa del virus.

sus empleados y reorganizara las funciones de cada uno de ellos. / FOTO
SUMINISTRADA JESÚS REMOLINA
El Decreto 417 emitido por el Ministerio de Salud y la Protección Social ordenó que tanto los muertos por covid, como los casos sospechosos, deberían ser incinerados. Decisión que perjudicó aún más al sector funerario del país. Daniel Méndez, trabajador de la funeraria San José en Bucaramanga, comprende la difícil situación que viven las empresas de cajas mortuorias, pues asegura que por la emergencia sanitaria más del 90 % de los fallecidos son cremados. “La gran mayoría de cadáveres son certificados como sospechosos de covid-19, por eso, no se necesitan féretros, ni tampoco servicios fúnebres”.
En Cali, el aumento de las cremaciones amenaza con acabar la Fábrica de Ataúdes Jesús,
abierta a principios del 2019. Esta pequeña empresa dirigida por Jesús Remolina no ha
logrado sobreponerse a la situación. El propietario afirma que debido a la contingencia se
vio obligado a despedir el 30 % de su personal. “Contábamos con 20 trabajadores en febrero y con esfuerzo pudimos mantener 14 que nos ayudan en la producción de la demanda que tenemos”. Si bien en enero de este año se fabricaban 120 cajones, ahora en agosto solo se venden 70.

muertos y sospechosos de portar el virus deben cremados. / FOTO SUMINISTRADA
JOSÉ ÓLMER VILLAMIZAR
Así mismo, José Ólmer asegura que sus ventas disminuyeron en más de un 50 % y que los contratos y pedidos con las funerarias tuvieron que ser modificados. “En marzo, cuando apenas comenzaba a expandirse el virus, las funerarias nos hacían pedidos de 400 féretros mensuales, pero por la normatividad en cuanto a la disposición final de los cuerpos, en julio solo nos ordenaron 100”. Incluso los planes exequiales que las familias pagan mensualmente y sus beneficios tuvieron que ser readaptados a la situación. El aislamiento social dio paso a las celebraciones funerarias virtuales y obligó a una transformación cultural y de las tradiciones.
Fuego, tránsito obligado a la otra vida
Ante la disminución de ventas, por la resolución decretada en abril, los fabricantes de cajas exequiales reorientaron su labor. Como la demanda de ataúdes disminuyó, modificaron su producto estrella por los ahora comunes cenizarios. Un proceso de elaboración similar al de las cajas mortuorias, que permitió mantener parte de la fuerza de trabajo, bajo un proceso de construcción más rápido, con menor uso de materia prima, es decir; menor inversión, pero con menos ganancias. “Mientras un cofre se vendía en más de 300.000 pesos, el precio de un cenizario es 70 % menor”, dice Remolina.

cremaciones de los muertos por covid. / FOTO SUMINISTRADA JOSÉ ÓLMER
VILLAMIZAR
Con láminas de MDF como materia prima en la construcción, el cofre en donde reposarán las cenizas debe pasar primero por un carpintero encargado de diseñar, cortar y armar; luego, por las manos de un preparador quien resana, pule y pinta, y finalmente pasa a la sección de acabado donde se ponen los herrajes, decoraciones y epitafios que se ajusten a las necesidades de cada cliente para luego despachar. Todo esto con el fin de crear un espacio que satisfaga a los familiares y de alguna manera supla la pérdida de un ser querido, en un momento donde las creencias y convicciones religiosas tuvieron que converger por ley en la cremación.