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Mujeres sangileñas comercializan dulces tradicionales

La venta de golosinas artesanales ha sido tradición en la región y permite que las vendedoras informales logren sostener a sus familias.

Elvia Rosa Espinosa Ruiz, una mujer creyente, ha dedicado 26 años de su vida a la venta de solteritas y obleas en San Gil. / FOTO LUCÍA ESTUPIÑÁN

Por Lucía Estupiñán
lestupinan350@unab.edu.co

Elvia Rosa Espinosa Ruiz nació en Aratoca, Santander en 1973. Es la quinta de seis hermanos. A los 14 años migró a San Gil, se casó y tuvo tres hijos. Su pareja en ese entonces era un hombre que no aportaba nada en el hogar “era un hombre muy tomador, él no llevaba comida a la casa”, manifiesta Rosa.

El desespero se apoderó de Elvia porque debía darles de comer a tres niños además de vivir con un hombre que solo traía sufrimiento e intranquilidad. No tenía trabajo en ese momento pues solo ya que se dedicaba a cuidar a sus hijos, en lo económico dependía de su esposo, ella pasaba a buscarlo todos los días para pedirle comida donde él acostumbraba a consumir licor. “Había un señor que se llamaba Don Irenarco, él veía que yo siempre pasaba por el mismo lugar, entonces me llamó, me preguntó que yo qué sabía hacer, le respondí que nada. Entonces, me dijo camine y me colabora vendiendo oblea. Se vendían muchas obleas, eran muy buenas las ventas, así aprendí sobre el negocio”, menciona Espinosa Ruiz.

Don Irenarco le daba a Elvia Rosa 100 pesos por oblea vendida, un equivalente a 600 pesos en la actualidad.  Trabajó con él por un año, en el cual pudo ahorrar y comprarse su propio carro de venta de dulces tradicional. En San Gil los vendedores buscan lugares donde no haya competencia para poder hacer más ventas. Por lo tanto, el 20 de septiembre de 1996 puso su puesto en el parque Malecón, ubicado en la carrea 11 entre calles 6 y 10.

Espinosa dedica 9 horas diarias al negocio, así lo lleva haciendo desde el principio. Ella prepara el dulce de las solteritas, es a base de harina, ahuyama y esencia de banano o coco, la galleta que lleva este dulce en ocasiones la compra o ella la elabora. Con las obleas todo fue cambiando, Antes preparaban todo, la galleta y el arequipe, sin embargo, en la actualidad comprar los ingredientes ya preparados en la Plaza Victoria ubicada en la Plaza de Mercado del pueblo.

Origen de los dulces

Los dulces tradicionales como las solteritas son una variación de un postre árabe, en España se le conoce como flores manchegas, en Noruega y Suecia se conocen como rossete cookies, así se menciona en El libro de la repostería tradicional por Jesús Ávila Granados publicado en 2003. Por otra parte, las obleas provienen de España, era un dulce que solo podían comer los más adinerados, pero con el tiempo tuvo una connotación sacra, se conoció como hostia.

Beneficios por vender

“Gracias a este trabajo pude sacar mis hijos adelante, dos de ellos son profesionales, otro lado positivo es que no dependo de nadie”, manifiesta Elvia. Aunque no piensa permanecer mucho tiempo, añade que “trabajaré por ahí hasta los 50 años, luego buscaré un trabajo donde no me toque joderme tanto”.

El ingrediente principal de las solterita es harina y ahuyama. Su precio va desde los 2.000 pesos y dependiendo que ingrediente quiere que vaya añadido va subiendo el precio. / FOTO LUCÍA ESTUPIÑÁN

Rosa declara que no ha tenido mayores problemas, “en una ocasión una persona intentó pagarme con un billete falso”, sin embargo, lo más difícil fue sobrevivir en la cuarentena, “salía a vender maní a las calles, puerta a puerta, luego despachaba pedidos de dulces a domicilio y mis hijos me colaboraron un tiempo con dinero”, menciona Espinosa.

Espinoza Ruiz menciona que las temporadas con más ventas: “Enero, Semana Santa y las vacaciones de los chicos es donde las personas compran más, además estoy ubicada cerca al parque Gallineral y al río Fonce donde hacen canotaje, entonces los turistas compran. Aunque las ventas no volvieron a ser las mismas después de las restricciones”, manifiesta Espinosa Ruiz. 

Dificultades durante la cuarentena

Elvia Rosa no fue la única perjudicada en el periodo de cuarentena, Jennifer Paola Muñoz Barreto lleva 23 años trabajando en la venta de estos dulces, su puesto está ubicado en el parque La libertad, al frente de la Catedral: “Durante la cuarentena fue terrible, surgieron muchas preguntas, ¿de qué vamos a vivir? Nosotros dependemos de esto”, manifiesta Jennifer. Ella optó por vender postres a domicilio los cuales promocionaba por Facebook.

A pesar de las adversidades Muñoz Barreto una mujer servicial y de voz cálida, es creyente y está agradecida porque su negocio le permitió estudiar, “es un negocio familiar, yo le trabajo a mi mamá, gracias a la venta de estos dulces mis hermanos y yo salimos adelante. Además, yo he podido sacar a mis hijos adelante y también pude estudiar”, menciona Paola. Ella estudió un técnico en contabilidad empresarial, aunque no lo ejerce. La venta de sus productos le ha permitido a Jennifer generar empleo, “tenemos una chica que nos colabora, ella nos hace turnos cuando yo descanso o no puedo trabajar”.

Puesto de venta de dulce artesanal en el parque La Libertad de San Gil, Jennifer Paola Muñoz Barreto quien lleva 23 años vendiendo en el mismo lugar inicia su jornada laboral a las 8 de la mañana y finaliza a las 6:30 de la tarde. / FOTO LUCÍA ESTUPIÑÁN

Solteritas, obleas y crispetas son los dulces que venden estas mujeres, los precios oscilan de 2.000 a 4.000 pesos, el valor depende del ingrediente que el cliente desee añadir: mora, queso rallado, crema de chantilly, chispas de chocolate, entre otros.

En la actualidad San Gil cuenta con una cooperativa llamada Comité de Vendedores Ambulantes de San Gil (Coveansa) y cuenta con 28 vendedores informales que están en diferentes sectores del pueblo: parque Santander, San Juan de Dios, El Malecón y Parque Principal. Ellos tienen un permiso especial para vender sus productos. Este permiso lo otorga la Alcaldía junto con la Secretaría de Gobierno, el permiso se actualiza cada año. “Antes había muchos más vendedores, pero con el pasar del tiempo los fueron sacando y ahora estamos unos cuantos”, manifiesta Elvia Rosa.

Aunque para algunos vendedores informales la venta de dulces artesanales ha sido de gran ayuda para sostener su familia para otros solo les da para sobrevivir día a día, es el caso de Laura Ximena Carreño Barboza quien lleva cinco años en el negocio, “uno hace para el diario vivir”, manifiesta Laura. Por otra parte, Laura también fue afectada por las restricciones de la cuarentena ya que tuvo que depender de su familia. “Durante el encierro la Alcaldía de San Gil me colaboró con dos mercados y pues mi familia me ayudó mucho”. Las mujeres ocupan muchos más empleos en las ventas informales. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en el primer trimestre del año la proporción que ocupan las mujeres con las ventas informales es de 48,3 % y los hombres un 47,4 %.

Universidad Autónoma de Bucaramanga