
Por Andrés Julián Galeano Carrascal
agaleano324@unab.edu.co
La cocina santandereana se ha caracterizado por contar con una variedad de platos ricos en olores y sabores. Preparaciones como el mute, el ajiaco, la pepitoria y hasta las hormigas culonas, llenan las mesas de los hogares en cada uno de los municipios del departamento. Pero si se trata de manjares representativos, las mejores opciones se encuentran ubicadas en los parques principales tanto de Floridablanca como de Girón, pues estos lugares albergan una tradición culinaria que ha pasado de generación en generación.
Dichos vendedores han sido los responsables de forjar la historia gastronómica que, por años, ha cautivado los paladares de propios y visitantes. Gracias a ellos y a sus puestos de trabajo —que tradicionalmente se sitúan bajo una sombrilla a lo largo y ancho de la plaza—, es común ver de miles amigos y familiares compartiendo mientras degustan las icónicas obleas o los famosos cholados. Pero, ¿cómo es la vida de las personas que día a día preparan estos postres para el deleite de toda la región?
Las obleas florideñas
Para Adela Hernández Badillo “el que viene a Floridablanca y no come oblea, no vino a Floridablanca”. Ese es el lema con el que diariamente promociona su negocio ubicado pasos abajo de la parroquia San Juan Nepomuceno en el parque La Joya. Según ella, “no todos los días me va bien, pero vender obleas en este sitio me ha ayudado a comer y mantener a mi familia durante más de diez años”. Gracias a su trabajo, esta mujer ha logrado destacarse no solo por la calidad de sus productos, sino por su forma de atender.

De acuerdo con esta vendedora de 69 años, uno de los aspectos que la diferencia de los otros nueve puestos de ventas es que, a diferencia de los demás, ella prepara sus propias mermeladas. “Todos los días compro las frutas y hago los dulces de mora, fresa, piña, durazno, maracuyá, kiwi y mango biche de forma natural y sin ningún químico”. No obstante, afirma que su oblea más vendida es ‘Amor eterno’, la cual lleva cinco ingredientes: arequipe, mora, fresa, crema chantillí y chocolates.
Aparte de esa, Hernández también vende otros tipos de obleas que ya son reconocidas en Floridablanca como ‘Matrimonio’, ‘Divorcio, ‘Mi primer amor’, y ‘Reconciliación’. De acuerdo con ella, “desde que comencé me baso en los nombres que les tienen a las obleas en la fábrica y las vendo con los mismos ingredientes”. Los precios de estas pueden variar, pues hay desde tres mil hasta siete mil pesos. Pero según Adela, “el valor también depende de cómo la gente quiera su producto, de los sabores que más les guste”.
La rutina de trabajo de esta mujer comienza todos los días a las once de la mañana y finaliza a las siete de la noche. Según Hernández: “En este negocio hay días buenos y días malos. En ocasiones he vendido de dos a tres paquetes de obleas y, en otras, tan solo un cuarto”. Dichos días en los que las ventas se duplican son los fines de semana y, para ella, lo más difícil de estas jornadas es cuando llegan muchos compradores, ya que “a veces las personas se sientan y me dicen que ya me pagan, pero cuando miro de nuevo ya no están”.
Cholados y raspados gironeses
A diferencia de Adela, Claudia Patricia Cristancho lleva 17 años vendiendo raspados y cholados en el parque principal de Girón. Su puesto de trabajo está ubicado en el costado derecho de la plaza y, como ella, otras siete familias más venden este producto. Sin embargo, esta comerciante de 42 años antiguamente se dedicaba a la venta de obleas, pues “en el municipio eran muy famosas y la venta antes era buena gracias a los turistas”. Pero con el paso del tiempo, esta receta se fue convirtiendo en los refrescos insignia de esta región del departamento.
Para Cristancho lo más importante que debe tener un comerciante a la hora de destacarse de su competencia es “tratar de mantener un producto de buena calidad para que sean los mismos clientes los que lo recomienden a uno”. Esa es la técnica que, por años, ha utilizado esta mujer y que la ha convertido en una de las mejores vendedoras de todo Girón. De acuerdo con ella, los productos que más se venden entre semana son los raspados tradicionales, mientras que los sábados y domingos los cholados son los protagonistas.

La diferencia entre estos dos tipos de preparaciones es que “la primera solo lleva esencia de cola, y vainilla, miel y leche condensada y, la segunda, aparte de estas sustancias, también cuenta con fruta picada en la mitad y en la parte de arriba del producto”. De acuerdo con Cristancho, a pesar de que con el paso de los años se han modificado y se le han añadido más ingredientes y esencias, “algunas personas siguen comprando solo el raspado tradicional, dicen que no lo cambian por nada”.
Esta vendedora solo descansa un día a la semana entre lunes y viernes, y los sábados, domingos y festivos trabaja desde las 10 de la mañana hasta las siete de la noche. “Uno mismo se pone el horario, pero por lo general trato de no tomarme los fines de semana porque son los días más concurridos”. No obstante, esta vendedora asegura que, desde que comenzó la pandemia del covid-19, las ventas disminuyeron. “Antiguamente uno vendía hasta tres bloques de hielo y, al día de hoy, no alcanza a vender ni medio”. Dicha pandemia, no solo ha afectado a puestos de trabajo como la de esta comerciante, miles de familias más se han visto perjudicadas debido a la crisis económica que atraviesa el país. Pues como ella, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), cerca del 50 % de los comerciantes en Colombia se encuentran sumergidos en la informalidad.