Gladys Hernández Toscano es oriunda del corregimiento Martha, en Girón. Nació el 1 de septiembre de 1960 y es la última hija de siete hermanos. A sus dos años de edad quedó paralítica por la poliomielitis, una enfermedad viral que afecta la médula espinal, causa inmovilidad y debilidad muscular. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) una de cada 200 infecciones produce una parálisis irreversible, generalmente en las piernas, como es su caso.
Sin embargo, esto nunca le ha impedido llevar una vida normal. A finales de los años setenta del siglo pasado, la situación en el campo se empezó a complicar para la familia Hernández Toscano, la guerrilla y los paramilitares hacían visitas constantes a las viviendas que estaban ubicadas en este corregimiento. Su papá, Nicolás Hernández Larrotta, decidió que lo mejor era que su familia se fuera de la casa y buscara un lugar seguro dónde vivir en Bucaramanga. Él llegaría meses después a buscarlos.
Al llegar a la ciudad vivió lo que era ser señalada por su situación de discapacidad. Su mamá, Alicia Toscano Galvis, salía a trabajar con sus hijas mayores y ella se quedaba en la habitación donde vivían. En esa época la ley no amparaba a las personas en condición de discapacidad. En la actualidad, en el artículo 13 de la Constitución Política de Colombia (de los derechos fundamentales), se manifiesta la protección especial a personas que se encuentren en debilidad, y está sujeta por la línea jurisprudencial mediante sanciones por discriminación a este grupo.
Una nueva etapa
“Yo no podía creer que estaba embarazada”. Para ella fue una sorpresa porque pensaba que las personas con discapacidad no podían tener hijos, al conocer la noticia le contó a Eduardo Quintero, el papá del bebé, quien con el tiempo se alejó y no mostró ningún interés en responder por el niño. En el país, alrededor de 12 millones de mujeres son madre cabeza de hogar, según el Dane.

Por medio de trabajos informales, como vender productos de revista o hacer rifas, busca la manera de ayudarse económicamente. Daniel Eduardo, su hijo, se convirtió en el motivo que estaba buscando para vivir. “Cuando él estaba pequeñito yo era sobreprotectora, me daba miedo que cualquier cosa le pudiera pasar”, afirmando que aun con los 20 años que tiene su hijo lo sigue cuidando como cuando era un bebé.
Su ingreso económico es la pensión por invalidez que le fue otorgada hace tres años debido al deterioro que sufrió en sus manos, en el tiempo que trabajaba cosiendo ropa. Ahora no puede usar ni sus manos ni sus piernas. La abogada Daniela Pinzón Sánchez, explica que ella se pensionó gracias al artículo 30 de la ley 100 de 1993, que estipula que las personas que pierdan el 50 % o más de su capacidad laboral, producto de su trabajo, la adquieren aún sin cumplir las 1.300 semanas establecidas.
El sueño de la maternidad
Otro caso es Zoila Rosa Marín Rondón, quien soñaba con ser mamá a pesar de sufrir la misma discapacidad de Hernández Toscano. Desde que estaba pequeña decía en su casa que a los 30 años iba a quedar embarazada, sin embargo, Silvia Rosa Rondón, su madre, no estaba de acuerdo con eso y le daba miedo pensar en los obstáculos que se le podrían presentar por su discapacidad, siempre la persuadía afirmándole que no iba a ser capaz. “Ella murió cuando yo tenía 24 años, con el temor de que fuera a tener un bebé”.
Las preocupaciones de su mamá nunca fueron ningún impedimento para superarse. Luego del fallecimiento de su madre consiguió un trabajo y comenzó un ahorro, con la promesa y la mentalidad de que iba a quedar embarazada y lo logró. Se encontró con su primer amor, las cosas no funcionaron, pero esos dos años juntos le dejó su mayor tesoro, un hijo, Andrés Camilo García Marín, “llevábamos tiempo intentando y me yo estaba pensando en la posibilidad de que no iba a ser para mí, pero fue hermoso y difícil a la vez”, recuerda.
El trabajo se convirtió en un problema para ella por momentos, debido a que las personas la discriminaban, rechazaban y juzgaban, pero aprendió a vivir con ello. Aunque lo que sí la hizo renunciar fue el no estar cerca su hijo, ya que mientras salía a laborar, él estaba pequeño y tenía que dejarlo al cuidado de otra persona, “yo deseaba estar con mi niño y disfrutarlo en esa edad tan bonita”.

Acepta que la maternidad no ha sido tarea fácil, “uno debe sacar las fuerzas de donde no las tiene y salir adelante”, afirma que su hijo le dio esa fortaleza que ella necesitaba desde que estaba pequeña. En su primer año de vida le descubrieron la poliomielitis, pasó un tiempo recibiendo terapias para poderse sentar. Vivió una niñez triste y melancólica porque veía a sus siete hermanos salir y jugar con sus amigos en la cuadra y ella solo los podía observar desde la ventana. Su mamá la protegía y no le gustaba que ella saliera a la calle, por esto su primera silla de ruedas llegó a sus 17 años cuando su papá, Pedro Alejandro Marín, se la regaló.

Tanto Gladys Hernández Toscano como Zoila Rosa Marín Rondón viven en casas adecuadas para poder transitar con completa libertad en la silla de ruedas, los mesones de la cocina tienen aproximadamente un metro de altura, los baños son amplios y las viviendas son de una planta para evitar complicaciones con las escaleras.
Como medio de transporte suelen utilizar Metrolínea, conforme a las cifras de la Alcaldía de Bucaramanga, hay 34 buses articulados a disposición para las personas con discapacidad, los cuales son escasos ya que en la ciudad hay 24.945 habitantes que sufren de limitaciones físicas, según la Secretaría de Salud.
Por Laura Tatiana Perilla Ramírez
lperilla@unab.edu.co