Tres días y una vida” es la última novela publicada por el aclamado escritor francés Pierre Lemaitre, ganador en el 2013 del Premio Goncourt. En ella, el autor nos enfrenta a una historia en la que el pasado se permuta en una vertiente perentoria y fatídica que hostiga al protagonista: Antoine.

A primera vista, parece que Lemaitre nos presenta una narración sobre el peso de una desaparición en un pueblo de Francia; sin embargo, lo realmente importante es que a dicha desaparición le subsiguen las vicisitudes catastróficas y perversas de la vida. A partir de esta premisa Lemaitre nos enfrenta a un drama personal y familiar que ocurre en el apacible pueblo de Beauval.

Este es un libro con una historia truculenta que toma como medio perturbador la inocencia usualmente achacada a los niños. Es una novela que se cuece a fuego lento y que el escritor sazona con cantidades mesuradas de cliffhangers, las cuales hacen imperecedero el interés del lector.

Lemaitre no se preocupa por presentarnos un relato en el que debemos armar un puzle para hallar a un culpable. Logra romper el esquema y resuelve volver obsoleto el recurso de incluir un asesino anónimo; sino que, desde un principio desnuda al perpetrador. En el recorrido de distintas situaciones, nos guía por un sendero «variopinto» en el que el suspenso pasa a un segundo plano; mientras se introducen de forma magistral temas que competen a la humanidad.

Dentro del abanico de temas dispensados en la novela encontramos, por ejemplo, la hipocresía que los seres humanos mostramos cuando alguien desaparece o muere; despidiendo exorbitantes cantidades de amor para con un muerto que, posiblemente, es casi un desconocido. La historia no ahonda mucho en esto; lo trata incluso fugazmente, pero muestra con soberbia cómo la parca vuelve trémulas nuestras células. Otros de los temas que se evidencian en el libro son: el suicidio infantil, una vida de resignaciones, los peligros del amor cuando se adhieren secretos, abandonar lo natal y aventurarse a tierras que se encuentran más allá de las que somos oriundos; eso sí, el autor deja claro que siempre habrá algo que nos ensogue a estas y nos obligue a retornar algún día.

Asimismo, el escritor de “Nos vemos allá arriba” utiliza un dilema de moralidad, ambivalente, con el que perturba y confunde. Es usual que cuando pensemos en un infante evoquemos el candor de la niñez; no obstante, Lemaitre, distorsiona esta concepción y la pone en contra nuestra. Y es que este escritor, que parece no tener filtros en sus tramas, toma a un niño para desenmascarar lo precoz que puede llegar a ser la maldad o la oscuridad. No se percibe el temor de crear y narrar situaciones escabrosas con un niño de 12 años para germinar el caos y la opacidad de la humanidad. El pequeño Antoine se ramifica en un ser contradictorio; conteniendo en su interior vileza e inocencia. Por eso, la infancia que en un principio parece inocua, permuta luego, en algo perverso.

En este libro el autor logra aterrizar una narración en penumbra y pringada de morbo, a un terreno más usual o familiar para el lector. Hace el trasiego de lo complejo a lo simple. Muestra no solo la transformación que padecemos como humanos durante las diversas fases de la vida, sino también lo caprichosa que puede ser la existencia con sus retorcidas jugadas.

Por Juan Sebastián Altuve M.
jaltuve@unab.edu.co
Estudiante del programa de Literatura Virtual, de la Unab.

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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