El Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt publicó un boletín de prensa el 19 de febrero del presente año en el que expone la afectación ocasionada por polillas, hongos y escarabajos en los frailejones de los páramos de Chingaza, Cruz Verde, Sumapaz, Galeras y Cocuy. Explica que este hecho podría deberse a las “actividades humanas” o quizá, a que “el aumento de la temperatura y la variación térmica promuevan condiciones óptimas que favorecen la migración de estos herbívoros hacia ecosistemas más elevados”.

Coleóptero o escarabajo que invade la Espeletia Almorzana. / FOTO CAMILA KATYRINA GÉLVEZ SALAZAR

Teoría que Fernando Rondón González, biólogo genetista de la Universidad del Valle y profesor adscrito a la Escuela de Biología de la Universidad Industrial de Santander, UIS, considera válida, pues explica que en síntesis hay dos hipótesis puestas en común. La primera es que insectos plaga de algunos productos han subido hacia las zonas de páramo por el efecto del cambio climático y la segunda es que, por esta misma razón, es posible que insectos propios de los frailejones hayan empezado a cambiar su comportamiento, metabolismo u otros aspectos de su biología que pueda afectar a estas plantas.

Mario Avellaneda Cusaría, biólogo de la Universidad Nacional, e investigador de vegetación quien trabajó con el Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Ambiente (Inderena) y la Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga (Cdmb), dice que hay una fase donde los frailejones grandes son atacados por los coleópteros (escarabajos), pero asegura que son etapas y cambios de ciclo necesarios, porque en el páramo las plantas tienen bancos de semillas muy grandes, y después de haber cambios climáticos o acciones humanas, las semillas esparcidas germinan. Esto se debe a su capacidad de restauración natural. “La resiliencia de los ecosistemas de páramo en realidad es alta. La vegetación se altera, pero ella tiene respuesta. Otra cosa es que vengan con minería y hagan un hueco, eso sí es gravísimo, acabaría con todo porque es un daño irreversible, pero cuando es por efectos de ganadería y agricultura puede haber recuperación porque hay millones de semillas en el suelo”, sostiene el investigador. Lo que ocurre con esta especie no solo preocupa a la ciencia.

El profesor Fernando Rondón González y Angie Nurien Duarte, de la escuela de Biología
de la UIS. /FOTO CAMILA KATYRINA GÉLVEZ SALAZAR

Habitantes de Berlin, Santander, zona que integra la antigua delimitación del páramo de Santurbán, expresan su molestia, especialmente, ante el auge del ecoturismo. “Nosotros (refiriéndose a los habitantes) somos los mejores celadores del páramo”, dice Reina Margarita Suárez Contreras. A diferencia de Rondón y Avellaneda, afirma que con sus acciones “las personas están dañando el ecosistema, hacen caminos; los turistas no dejan nada bueno”. Por su parte, Orlando Rodríguez Ramírez, alcalde de Vetas, municipio ubicado a 82,5 kilómetros de la capital santandereana, asevera que en este momento la población está protegiendo los frailejones de los visitantes, “porque vienen en forma indiscriminada a hacer daño”. Ángelo Arias Arias, funcionario de esa misma administración, manifiesta que “el frailejón es la especie representativa del páramo y una de las que más beneficios aporta a nuestro ecosistema”.

Características que aportan beneficios

El principal beneficio que se obtiene de los frailejones de Santurbán son las fuentes hídricas de las cuales se abastecen 48 municipios, 15 en Santander y 33 en Norte de Santander. Gracias a su estructura biológica, estas plantas pueden condensar la lluvia horizontal (neblina), y, como lo afirma el boletín de prensa del Instituto Alexander von Humboldt, “retienen de manera natural hasta un 80 % de su volumen”, lo que mantiene los caudales de ríos y quebradas, un asunto estratégico para la generación, regulación y abastecimiento hídrico de los habitantes del país.

Fernando Rondón asegura que “un frailejón en sí es una planta que tiene una especie de tallo y folíolos o lo que comúnmente llamaríamos hojas”, y se divide en dos sectores: un primer sector es la roseta donde se encuentra la mayor cantidad de hojas simples de la planta (se les llama de esta manera, ya que la hoja está formada por un solo folíolo, que son las divisiones que pueda tener la hoja) con una contextura aterciopelada que permite recoger la neblina y condensarla, y un segundo sector llamado el tallo donde se encuentran los meristemos que son los tejidos encargados de permitir que la planta crezca tanto en altura como en grosor. En esta zona es posible observar que se acumulan las hojas más antiguas de la roseta con el fin de proteger la planta. El biólogo comenta que los escarabajos afectan los tejidos de crecimiento de la planta, además, varios de estos insectos pueden formar galerías, “perforaciones que dañan el interior del tejido, y por lo tanto la planta en algún momento empezará a sufrir un proceso equivalente a la necrosis hasta llegar a morir”.

Santurbán abastece de agua a 48 municipios, 15 en Santander y 33 en Norte de Santander. /FOTO CAMILA KATYRINA GÉLVEZ
SALAZAR

Frailejones endémicos

En Santurbán es posible encontrar dos tipos de Espeletia, llamados así en honor a José Manuel de Ezpeleta, el virrey de Nueva Granada, quien, según el Banco de la República, “intentó impulsar, como sus antecesores, la minería de Mariquita, pero llegó a la conclusión de que eran mayores los gastos de explotación, que las ganancias recibidas”. Mejor conocidos como frailejones, la primera clase de estas plantas propias de la región, Espeletia Conglomerata, es una especie tipo tallo (es decir que su crecimiento es vertical). También existe un frailejón más pequeño que no tiene una prolongación tipo tallo sino el equivalente a un arbusto que se llama Espeletiopsis Santanderensis, que crece únicamente en Santander. En el caso de estas especies endémicas, el investigador Mario Avellaneda expresa su preocupación, pues poblaciones como las de Vetas y de las lagunas la Virgen y Cuntas son más reducidas. “Una afectación puede ser crítica porque hay muy pocos frailejones entonces se puede acabar una especie que a lo mejor no esté adaptada o una de baja representación, como es el caso”.

Espeletipsis Angustifolia. /FOTO CAMILA KATYRINA GÉLVEZ SALAZAR

A diferencia de otros páramos, Santurbán tiene poblaciones únicas de otras especies como Libanothamnus (una especie ramificada de la familia de los frailejones) y Arcytophyllum (una hierba terrestre), estas son manchas realmente pequeñas; por eso, Avellaneda afirma que “es necesario cuidar el páramo en su totalidad”. En cuanto al crecimiento de los frailejones en el páramo de Santurbán, el experto añade que no es tan cierto que crezcan un centímetro al año. “No todas las especies de frailejones crecen a la misma velocidad, dependiendo de la especie pueden crecer muy rápido o muy lento; sin embargo, sobre eso no hay muchos estudios de detalle, a lo mejor algún ecólogo por proteger las plantas dijo eso”. Por ejemplo, en Berlin, Santander, existe un frailejón bonsái que, según el experto, nunca va a tener más de 30 centímetros de alto, porque la especie es así, a diferencia del Espeletia Uribei, que en Chingaza (parque nacional natural de Cundinamarca y Meta) alcanzan los seis metros. Este último es un frailejón que es de lento crecimiento. En cambio, el Espeletia Grandiflora, no es ni de rápido ni de lento crecimiento, sino que está en un nivel intermedio. “Depende de la especie, yo como biólogo no me atrevería a decir algo específico sobre el crecimiento porque estaría diciendo mentiras, uno debe ser estricto cuando es investigador”, aclara Avellaneda.

El frailejón no tiene mucho problema en cuanto a la esparsión de su semilla porque son pequeñas, así que este trabajo lo realiza el viento y el agua. En el caso de las poblaciones reducidas, una dificultad puede ser que no se encuentren los sustratos adecuados en el suelo para que la semilla germine, ya que puede brotar hasta que su poder germinativo queda en cero y se muere. Asimismo, no todas tienen la capacidad de sobrevivir 150 años, como estima un estudio de la Universidad de Mérida en Venezuela, sino que de igual manera esto depende de la especie, cuenta Avellaneda. Es posible establecer plantaciones de frailejones usando suelos orgánicos (es decir, que en su composición tienen gran cantidad de materia orgánica) para aumentar la población, revisando cuáles especies en Santurbán podrían afectarse por insectos debido a la minúscula población en el lugar. El problema, como explica el investigador, es que algunas semillas germinan con mayor facilidad sobre los suelos cercanos a la planta de la cual fue extraída porque esta se encuentra asociada a hongos que son específicos de la especie; por lo tanto, lo más aconsejable es mezclar un poco de suelo cercano a la planta madre con otros suelos orgánicos. No obstante, el experto concluye que “en general con la semilla se puede realizar sin mayor complicación la germinación”.

Asi se ve un frailejón afectado por las plagas. /FOTO CAMILA
KATYRINA GÉLVEZ SALAZAR

Puede haber solución

Gonzalo Peña Ortiz, profesor de tratamiento de aguas en los posgrados de Química Ambiental e Ingeniería Ambiental de la UIS, menciona que una posible solución al problema del cambio climático podría ser enseñar la importancia de la siembra de bosques. “Mientras no haya una recuperación de la deforestación no vamos a poder detener el cambio climático. Son las plantas las que toman el gas carbónico del ambiente y en la medida en que no haya suficiente bosque, no va a haber quién consuma este vapor. De esta manera, se queda en la atmósfera, con el problema adicional que al realizar talas tendremos menos oxígeno disponible”, dice Peña.

De igual manera aclara que “en la medida en que los programas no vayan enlazados con procedimientos productivos y con participación de las comunidades para que ellas aprendan todo ese conocimiento y todo ese gusto por el cuidado de lo que ellos tienen, simplemente eso no va a ser más que gastar una plata y darle oportunidad de trabajo a unos cuantos profesionales por un tiempo”. Los páramos en Colombia no ocupan más del 3 % del área total del país y sin embargo, el 70 % de los colombianos depende del agua que allí se produce. Peña Ortíz manifiesta que “lo que realmente se busca es que dejemos el páramo quieto. ¿Qué sentido tiene que acabemos con la fuente de vida? Porque es claro que si no hay agua no hay vida”.

Por Camila Katyrina Gélvez Salazar

cgelvez460@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

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