
Por Leidy Juliana Peña Solano/lpena631@unab.edu.co
En una silla de plástico y rodeada por 20 mil libros, Azucena Martínez espera de lunes a viernes a un nuevo lector o a un viejo amigo. Esta mujer con hebras blancas en su cabeza y mirada cansada, ha dedicado la mitad de su vida al servicio de la educación y lectura.
Llegó a Bucaramanga en 1949 sin su familia y con ganas de aprender modistería. Había salido de Málaga a los diez años, dejando atrás una historia de violencia que le había costado perder su vivienda y la tranquilidad de vivir al lado de su padre.
En esos años Colombia estaba sumida en la violencia bipartidista y Azucena había sido víctima de este momento histórico. Su padre era liberal, lo que causó que los conservadores de la provincia García Rovira lo persiguieran matarlo. Así las cosas, ella escapó de aquel municipio en busca de oportunidades en Bucaramanga. En esta ciudad aprendió modistería y trabajó en una fábrica textilera a sus 15 años de edad, sin pensar que 23 años después terminaría fundando una biblioteca.
Una idea trajo la lectura
Había aprendido a leer a los siete años de edad, pero no como aprende un niño en la actualidad.Lo hizo junto a su tía Eudosia Arciniegas, “nos enseñaba a los hijos de los liberales, pues los colegios en esa época solo eran para las familias conservadores”, agrega. El primer libro que leyó fue “Las mil y una noches”. Desde ese momento, “me enamoré de los libros”, sostiene Azucena.
En 1972, llega a lo que hoy es Ciudad Valencia (Floridablanca),y junto a un grupo de 15 mujeres se convirtió en fundadora del barrio. No llegó sola, ya era una mujer casada y con hijos.
Ese mismo año, Azucena decide juntarse con Amalia Jiménez de Rincón, una trabajadora social del Instituto de Crédito Territorial, para construir una biblioteca. Esa iniciativa nació de su vocación de maestra y su deseo de que los niños de bajos recursos tuvieran un espacio en donde formarse. “Había escuchado que Luis Carlos Galán Sarmiento, el ministro de Educación (1970 – 1972) había dicho que para que la ciencia en Colombia existiera era necesario crear bibliotecas y darle acceso al conocimiento a todos”, recuerda.
Así que se puso en la tarea de conseguir los libros para ocupar el predio destinado para la biblioteca.Escogió este lugar junto con Amalia Jiménez; sin embargo, aún no contaba con el aval de la administración municipal para que este fuera legal, pero su principal objetivo era conseguir los libros para su centro cultural.

desalojarla. /FOTO LEIDY JULIANA PEÑA
Se abrieron las páginas
En Ciudad Valencia corría el rumor que Samuel Arango Reyes,ex ministro de Justicia, estaba vendiendo sus propiedades porque se mudaría de ciudad, y no sabía qué hacer con su biblioteca.
Al conocer este hecho, Martínez consigue una cita con él y lo convence para que se la regale. “Le dije, usted no se va a arrepentir de la donación, el doctor Galán dijo que la educación es la única forma en la que Colombia progresará, y sin decirle ni una palabra, el señor Reyes ya había aceptado mi petición”, recuerda.
El donativo representó los primeros 250 libros del establecimiento.“Estos en su mayoría eran joyas literarias, “La Ilíada”, “La Odisea” y obras de William Shakespeare. Yo estaba muy feliz por esa donación, pero también estaba preocupada porque no teníamos ni una sola enciclopedia”, sostiene la fundadora.
En 1978 se une al Concejo de Floridablanca y ocupando dicho cargo logra que la alcaldía le ayude con libros e insumos para el lugar. Hasta 1980, Azucena consiguió estas colaboraciones, que actualmente representan el 22% de las enciclopedias y diccionarios que existen allí.
Al tener suficiente material para ofrecer a los estudiantes, la preocupación por el predio volvió a aparecer. Así que el alcalde Manuel Valdivieso interesado en el proyecto, le pidió a Rodrigo Guarín, el gerente del Instituto de Crédito Territorial, que le colaborara con esta situación. El funcionario le otorgó a la biblioteca el predio por 91 años en calidad de comodato, es decir, sin pagar impuestos. A la fecha, dicho préstamo suma 45 años.
La época dorada
Los 25 años siguientes representaron la mejor época para la biblioteca. Diego Antonio Ariza Güiza, asesor comercial del Banco Davivienda, recuerda que asistía a este lugar cuando tenía 15 años a prestar libros que necesitaba. “Iba a la fija a la biblioteca de doña Azucena, porque ella era muy servicial y uno siempre encontraba el libro que necesitaba”, afirma.
Allí se dictaron cursos de inglés para niños. Karol Ximena Alvarado Serrano, profesora de inglés, hizo parte de los cinco profesores que lideraron los talleres que brindaba el Colegio New Cambridge. “En el salón del segundo piso le enseñábamos a los niños del barrio, eran más o menos 15 asistentes los que iban cada sábado, todo eso lo consiguió doña Azucena”, recuerda.
Desde 2010 la biblioteca quedó a merced de Azucena, quien se ha encargado de abrirla todas las semanas, a pesar de su edad y sus enfermedades. Los bibliotecarios y docentes que se ocupaban de mantener el lugar organizado, renunciaron, pues no había remuneración económica. Su fundadora ha sacado fuerzas para conseguir cursos para niños y personas de la tercera edad en el área de informática.
Fue galardonada el año pasado con el premio Rubén Pérez en la categoría bibliotecario ejemplar por el Colegio Colombiano de Bibliotecología, Ascolbi.