Por: Juli Niño Torres lnino716@unab.edu.co y Laura Nathalia Quintero Ariza lquintero103@unab.edu.co
Con las manos y la ropa manchadas de pintura, más de 50 personas se reunen a dejar clara su indignación en letras inmensas de color rojo. Al final del día se puede leer un mensaje corto y conciso plasmado en el muro ubicado frente a la Avenida Quebradaseca, una de las más transitadas de la ciudad: “ESTADO GENOCIDA”. Esto pasó la semana siguiente al 28 de abril del 2021. Un año después se puede observar este mensaje como paisaje de la movilización que toma las calles nuevamente y conmemora la resistencia del paro.
En medio de una pandemia y el estallido social, los miembros del Festival Imprevisto de Arte hicieron parte de una de las primeras jornadas de manifestación a través del grafiti y el muralismo en Bucaramanga. Estas jornadas se extendieron por todo el país y llenaron las paredes de las ciudades de Colombia.
El sonido resonante de carros y motos los acompañó. El vértigo de no salirse del pequeño andén que los protege de posibles accidentes de tránsito y la escucha de comentarios curiosos que les gritan las personas al pasar fueron otros elementos del paisaje urbano. Allí se encontraban Radamel y Bali* (nombres cambiados por petición de la fuente), dos de los miembros del Festival, un grupo que se formó en febrero de ese año con la intención de abrir espacios en los que se pueda pintar y apoyar el movimiento artístico en Bucaramanga. Por primera vez, se unieron junto a otros artistas para pintar grafiti protesta.

El conflicto cotidiano de SER un ser humano
Una revolución que se aviva con aerosol, pintura de acrílico y el aguante de durar de pie por largas jornadas. Al preguntarle a Rëe, miembro del colectivo Fuerza y Graffiti, qué es eso que les impulsa a protestar desde este medio, afirma que no existe una manera más efectiva de impulsar el cambio social que el arte, en especial el gráfico. “La imagen atraviesa la estructura, logra romper y transformar los pensamientos”, para él, se logran traspasar las barreras del tiempo con mensajes que elevan el nivel de conciencia de una sociedad.
Una de las pruebas más antiguas es la pintura rupestre. La imagen postrada en rocas o cavernas inmortaliza la historia de los antepasados, plasma su cotidianidad. Una que se puede encontrar, por ejemplo, 45.500 años después en la cueva de Leang Tedongnge, en Indonesia, siendo la muestra más antigua de la historia según la BBC. Este arte plasmaba la supervivencia de la vida cotidiana, mientras que las pinturas actuales plasman la cruda cotidianidad del conflicto.
Paloma Bahamon, socióloga y maestra, explica la relación que prevalece entre el arte rupestre y el muralismo como un acto de civilización. Tanto en el pasado como en el presente, el ser humano ha buscado una representación histórica en la que se reivindiquen las historias no contadas, las omitidas por la dominación simbólica. Por ejemplo, la de los indígenas frente a la colonización y ahora la de los 379 desaparecidos y 83 muertos en las manifestaciones del 2021, de acuerdo a los datos tomados del balance del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, Indepaz.
La gota que rebasó el vaso e inundó esta casa de indignación y enojo fue la reforma tributaria. Hecho que dio paso a una marcha multitudinaria el 28 de abril, la cual a pesar de estar en pleno pico de pandemia, convocó a 50.000 personas.
Pronto esta movilización se convirtió en un paro nacional que atrajo a todos los sectores de la sociedad, dando paso a 14.175 actividades en todo el país durante los dos meses y medio de duración. El país se manifestó como pocas veces en su historia. Hubo concentraciones (7.415), bloqueos (3.415), asambleas populares (678) a marchas (2.475) y movilizaciones (678). Entre estas formas de protesta quedaron marcadas las paredes, los muros y avenidas con el grafiti y el muralismo. Una protesta que nació desde la espontaneidad con aires de indignación por el dolor que causan las cifras aberrantes de muertos, desaparecidos y heridos.
Educar las rebeldías

El nacimiento de grupos como el colectivo Multicultural Guane, Festival Imprevisto de Arte o Fuerza y Grafiti, se dio de forma instintiva. Al notar que el Estado no respondía a los 32 homicidios por armas de fuego, el atropellamiento de tanqueta del Esmad o por las 35 víctimas de violencia sexual por parte de la Fuerza Pública, se convocaron jornadas de pintura en diferentes ciudades. Así, al alcance de un mensaje de WhatsApp o un like de estado de Facebook hubo receptividad por parte de un país mamado de la violencia.
“Mañana vamos a estar en tal avenidad haciendo un muro de Colombia, para Colombia, ¿Quien cae?”. A 384.9 km de la ciudad bonita, en Medellín, alrededor de 300 personas se reunieron por la necesidad de demostrar que “Colombia resiste”. En más de 200 metros se pintó la inconformidad. El peso simbólico de la gran reunión tuvo tal magnitud que el tránsito cerró su lugar de encuentro, una de las principales vías para el flujo de movilidad en la ciudad que se conecta con el centro, la Avenida Oriental de Medellín.
Los miembros de Fuerza y Grafiti, un grupo que pronto se haría reconocido -hoy tienen 17 mil seguidores en sus redes sociales- creó una rutina. Hicieron un muro, luego otro y así hasta alcanzar los 110 murales que al día de hoy están regados en todo el país, gracias a sus conexiones en Bucaramanga, Cali, Manizales, Pereira y Bogotá. Desde ahí se empezaron a pintar uno o dos murales al día, macro murales. Check, uno de los artistas que está desde el principio y vive de esto, recuerda el apoyo que se tuvo de los ciudadanos y artistas: “Sí no podían pintar, llevaban comida, música, acrílicos. El apoyo que recibimos fue mucho, nos llevamos todos en los puentes y avenidas principales de la ciudad”.
Mientras artistas cedían el espacio que habían intervenido con sus obras personales tiempo atrás para protestar sobre los muros, la revolución gráfica se mantuvo firme al generar un impacto visual brusco que se coló en la realidad de las personas. Esto, según los muralistas, evitó apagar la rabia generalizada. Así mismo, se fortaleció un método de protesta que no perjudicaba, sino que inmortaliza el mensaje, “educaba las rebeldías”, según el colectivo.
Las historias que quieren tapar: lo que no se nombra, no existe

“La censura es buena, porque significa que duele y eso es lo que buscamos. Sí, pintar donde y lo que queramos aunque cause malestar, nos hace vándalos, pues somos unos vándalos. Somos unos vándalos llenos de amor, que simplemente damos color a la ciudad”, opina Check sobre esta denominación, una que ha escuchado desde que empezó su labor artística. Sin embargo, no se trata de un acto criminal, los grafiteros tienen el derecho de apropiarse del espacio público. En el artículo 37 de la Constitución Política de Colombia se dicta que “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente”.
Aunque es curioso, la censura se tiende a ver en casos aislados, o peor aún, hacía la protesta feminista. El 24 de mayo de 2021, la Colectiva Sin Permiso se despertó con la noticia de que habían borrado el mural que realizaron el día anterior junto a casi un centenar de mujeres, adultas, niñas y mayores en la paralela que conduce Cañaveral. A las 7 de la mañana, un grupo de personas había ido con pintura blanca a censurar diferentes grafitis, entre estos “Estado Feminicida”. Al instante, se presentaron en el lugar de los hechos con la pintura que había sobrado y con sus pintas de pijama, no les importó tener que repintar el muro y reafirmar su protesta. Una de las miembros de la colectiva apunta que se vio “nuestra resistencia y lucha al decir ‘usted a nosotras no va a venir acá a callarnos, no van a poder silenciarnos’. Nosotras tenemos voces y sí debemos pintar todos los días, pues todos los días estamos”.
De esta forma, ese lunes entre los gritos e insultos de las personas que pasaban en sus automóviles y la represión policial, se hicieron de nuevo los grafitis. En perspectiva, ellas recuerdan el día anterior entre música, apoyo y unión de la comunidad. Niñas con sus familias pintaban la carretera, habían ollas comunitarias, comida y bebida para todes. Este apoyo no paró de llegar durante todo el día, personas iban y carros se detenían a dejar más materiales o botellas de agua. Los gritos y comentarios de los transeúntes pasaron de un “muy bien chicas, sigan así” a un “perras fastidiosas, por eso las matan”.
Ellas cuentan que hasta la fecha había sido el único mural censurado. El malestar por los muros se acentúa cuando la expresión es de carácter reivindicativo a los derechos y condiciones de la mujer. Para la socióloga y maestra Paloma Bahamon, la razón que haya una “mayor represión de la expresión de anti establecimiento que tiene el discurso de género reivindicativo de la mujer se debe a que Colombia vive bajo un paradigma patriarcal con un poder que se basa en oprimir la voz femenina. Y como en la actualidad dicha voz ha tomado fuerzas, a las mentalidades machistas les resulta más insultante su acto político sobre otros movimientos sociales”.

Por suerte, la conmemoración del Paro de hace un año, trae aires renovados que reclama el no olvidar la lucha, por quienes hemos perdido y por quienes exigen un país donde se respete la dignidad humana. En el deprimido ubicado frente al Parque de los niños y la Clínica Comuneros, el Colectivo Multicultural Guane se niega a olvidar lo sucedido hace un año, y con un aerosol y un pincel en cada mano, un grupo de jóvenes inmortalizan en los lienzos de concreto el paso de una generación que grita: “Aquí se respira lucha”.