El ingeniero químico Rafael Kohanoff, de 91 años, ha trabajado la mitad de su vida encontrando soluciones para la población vulnerable. En su país, Argentina, es reconocido por organizaciones cientí cas y tecnológicas, y en distintos cargos públicos, especialmente por el desarrollo de soluciones no solo de bajo costo, sino de baja complejidad.

Por ejemplo, un abrocha botones. Un pequeño instrumento que por su aspecto podría ubicarse en algún rincón de la cocina y ocupar el puesto de un mezclador, pero no es así. Tan maravilloso resulta que es de gran ayuda para las personas con movilidad reducida en sus manos. ¿Con qué se fabrica? Sencillo. Basta conseguir un mango de madera y un alambre resistente, y como dirían los argentinos, “a dejarse de pavadas”.

Otra de las creaciones de Kohanoff que llama la atención es un pequeño recuadro en goma, con una circunferencia en la mitad, que un niño o una maestra en un salón de clases podría confundir con una pieza de foamy, para elaborar cualquier manualidad. Pero no es así. Como el abrocha botones este elemento resulta sensacional. Se llama apoya bastones, un dispositivo simple que como su nombre lo indica impide que se caiga el bordón al apoyarlo en una mesa o la pared.

La lista de sus inventos parece interminable. También cuenta con el desarrollo de prótesis u ortesis, así como sillas de ruedas para deportistas, bastones articulados para ciegos que permiten la prolongación del cuerpo de quien lo lleva, bastones tipo trípode, un cartel oftalmológico que se puede descargar vía internet (solo muestra la letra E) y un receptor de aro magnético.

Rafael Kohanoff, de 91 años. Es ingeniero químico de la Universidad Nacional del Litoral Santa Fe, argentina. /FOTO XIOMARA MONTAÑEZ
Rafael Kohanoff, de 91 años. Es ingeniero químico de la Universidad Nacional del Litoral Santa Fe, argentina. /FOTO XIOMARA MONTAÑEZ

Sobre este último explica: “diseñamos circuitos, planos y manuales de fabricación de un receptor de aro magnético que le permite a las personas que utilizan audífonos percibir solamente la voz emitida por un micrófono, sin interferencias. Es ideal para ir a cine o en un banco. Todos los desarrollos son de bajo costo y cuentan con el respectivo manual para fabricarlos”.

A esto se suma que este ingeniero químico también creó una docena de empresas de manufacturas en su país, las cuales le permitían a los grandes industriales beneficiarse. Sin embargo, llegó el día en el que este soñador decidió que su labor debía tomar otro rumbo, y era desarrollar soluciones al alcance de los más necesitados, especialmente, de la población en condición de discapacidad, y en el área de la salud.

Ya contaba con reconocimiento por su labor en el Instituto Nacional de Tecnología Industrial, Inti, del que fue director en la década de los años 70, en el gobierno de Juan Domingo Perón, y por su labor como secretario de Promoción Social en el gobierno de Fernando de la Rúa.

Al Inti regresó hace más de una década y creó el Centro de Tecnologías para la Salud y Discapacidad, donde implementó lo que hoy día se conoce como el Programa Productivo, Tecnológico y Social de Construcción de Dispositivos de Ayuda.

A través de una investigación adelanta en escuelas, barrios marginales, consultorios médicos e instituciones públicas que ofrecen servicios a dicha población, identi có era necesario el diseño de manuales, de materiales y demás elementos, para apoyar y conocer por qué muchas veces los pacientes no compraban una silla de ruedas, un bastón o una prótesis, si esto les facilitaba la vida. Entonces, como asegura, “allí estaba el desafío”.

“No soy enemigo de los empresarios. Ellos siempre me dicen que si esos aparatos hubieran sido un negocio, ya los hubieran hecho. Fue cuando me volqué al sistema de enseñanza técnica de mi país. Pero no lo hice solo. Fue necesaria la vinculación de los ministerios de Educación y Salud. Empezamos a formar técnicos en esta área y les dimos la capacitación”, recuerda Kohanoff.

Según resume, su trabajo se basa en diseñar manuales y planos de distintas piezas para que luego, con la ayuda de capacitadores, replicar lo aprendido en las escuelas técnicas. Es decir, “si una persona que necesita muletas no las puede comprar, con lo que se le enseñe ésta puede fabricarlas en su casa. Lo mismo puede hacerse con una silla de ruedas, con un calzador de medias o zapatos, con una correa para el bastón (la cual permite que éste no se deslice de la mano de quien lo lleva)”, explica el argentino.

A lo largo de su país ya cuenta con más de 400 Centros de Tecnologías para la Salud y Discapacidad, en 24 municipios. Sobre dicho espacio asegura que lo más importante es que se ha creado una hermandad, ya que los estudiantes ven que su aprendizaje tiene sentido porque “van a servir a la comunidad que sí los necesita. No se necesita inventar. Hay que identi car los problemas reales para luego inventar e innovar”, explica el experto.

“Los problemas se pueden solucionar. Si se tiene voluntad política, si se tiene una ideología detrás… Si se tiene vocación de hacer las cosas bien, se pueden lograr”, añade el egresado de la Universidad Nacional del Litoral Santa Fe.

Actividades en los talleres del Centro de Tecnologías para la Salud y Discapacidad, en el INTI, Argentina. / FOTO SUMINISTRADA
Actividades en los talleres del Centro de Tecnologías para la Salud y Discapacidad, en el INTI, Argentina. / FOTO SUMINISTRADA

En Bucaramanga
Rafael Kohanoff comenta que es la segunda vez que visita Bucaramanga. En esta oportunidad fue invitado por la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Unab, como uno de los ponentes en el evento académico organizado por el programa de Ingeniería Biomédica, en la última semana de octubre.

Además de intervenir en una conferencia sobre innovación, tendencias e impacto de dicha profesión, el argentino realizó un taller con estudiantes de esta carrera y con los integrantes del semillero de investigación, Sebiunab, donde les mostró parte de su trabajo, el desarrollo de manuales y herramientas. También se reunió con funcionarios de la Alcaldía de Bucaramanga para estudiar la posibilidad de abrir un Centro de Tecnologías para la Salud y Discapacidad en la ciudad.

“La propuesta es que la Unab cuente con un taller como los que hemos abierto en la Argentina, y los estudiantes desarrollen todo este tipo de aparatos en sus clases. La idea es que estos jóvenes lleven la antorcha de este proyecto y así se transforme la tecnología”, dice  Kohanoff.

No obstante, aclaró que nada de esto puede ser posible si no se cuenta con voluntad política. “Tanto las secretarías de Educación como de Salud de la ciudad deben apoyar estas iniciativas. No puedo negar que puede tardar años, pero así empezamos en nuestro país”, comenta.

Kohanoff concluye que si bien todo el tiempo la población se queja de la corrupción y de la falta de voluntad política, lo cierto es que hoy día, más que nunca, la tecnología puede ayudar a entregar soluciones.

“¿Cómo sensibilizar? Esa es la pregunta que ustedes deben empezar a responder. Desarrollamos elementos tecnológicos para la gente de bajos recursos. Así presionamos al Estado. No somos competencia de los empresarios, somos agentes transformadores sociales”.

Por Xiomara Montañez M.
xmontanez@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga

Dejar una respuesta

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí