Rosa Villamizar tiene 78 años, 30 de ellos los lleva viviendo en el barrio La Cumbre de Floridablanca junto a su esposo Octavio Rojas, de 89. Se levantan a las 5:30 a.m., toman tinto, desayunan y se alista para afrontar su jornada laboral.
Hace aproximadamente 14 años, no recuerda bien, inició reciclando y acumulando las cajas y bultos en su casa. Antes de eso solo tuvo un trabajo formal limpiando un edificio cerca al Parque de los Niños. Allí laboró desde 2001 con un contrato que se extendió por 13 años y que con el cambio de administrador, finalizó. Recibió de liquidación cinco millones de pesos en ese momento, pero el tiempo trabajado no le alcanzó para poder cotizar pensión. Luego, le fue difícil conseguir otro empleo porque fue despedida con 68 años, “nadie quería contratar a una abuelita”, dijo. Fue ahí cuando la necesidad la hizo empezar a reciclar.

Como Rosa, existen 2,8 millones de adultos mayores que se encuentran al borde de la indigencia y sin pensión, según el programa Colombia Mayor. El trabajo informal es una de las alternativas que encuentran para sobrevivir, lo que además los expone a problemas de salud, explotación y abandono por parte de sus familias.
Para Juan Pablo Alzate, líder del área de Generación de Ingresos de la Fundación Saldarriaga Concha, la cual lleva 45 años investigando a esta población y a personas en condición de discapacidad, “Colombia envejece de manera acelerada” y a esto no se le ha prestado la debida atención..
Pero, ¿a qué se debe esa afirmación? Según un estudio del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) realizado en 2005, la población de adulto mayor era de un 7 %, no obstante, el último censo de 2018 revela que la cifra aumentó a un 9,23 %. Cabe resaltar que según el artículo 2 de la Ley 1315 de 2009, se considera persona adulta mayor a aquella que cuenta con 60 años o más de edad.
Rosa Villamizar nació el 30 de septiembre de 1941 en Silos (Norte de Santander), tuvo tres hermanos: una mayor, Helena y el menor que se llama Luis. Al observar su cédula es notorio el espacio sobrante por la ausencia del segundo apellido; ya que en su documento de identidad figura solo como Rosa Villamizar, esto se debe a que su padre, por ser el esposo de una tía, no le quiso dar el apellido. Se casó hace 25 años en la iglesia Movimiento Misionero Mundial con Octavio Rojas, los dos aún recuerdan, como si hubiese sido ayer, que Luis Alberto fue el pastor que consagró dicha unión.
Rosa Villamizar junto a Octavio Rojas, su esposo, que padece de osteoporosis y presenta dificultad para hablar. /FOTO JUAN CAMILO RODRÍGUEZ
Por las calles del sector popular, ‘Rosita’, como le dicen sus vecinos, es vista todos los días -excepto domingos y festivoscon una ‘zorra’ acarreando bultos llenos de cajas, cartones, papeles y demás materiales reciclables. Recorre más de seis kilómetros diarios yendo al barrio Prados del Sur ubicado en una de las salidas de La Cumbre vía Santa Ana.
La sala de su casa es ocupada por cajas amontonadas una encima de la otra, bultos de revistas, periódicos, cartones y plásticos que en algunas ocasiones, los vecinos le regalan y otras, es ella quien se encarga de recoger por el barrio. Hace aproximadamente diez viajes al día desde su casa hasta el depósito de reciclaje ‘Mi Tesorito’. Allí un señor la ve llegar, la saluda cordial y le ayuda con las cajas. Se trata de José Capacho, el dueño del negocio, quien asegura que son muchas las personas que van a ofrecerle reciclaje; en su mayoría son venezolanos o habitantes de calle que normalmente son dependientes de sustancias alucinógenas y encuentran en este trabajo un sustento económico.
Tanto en las mañanas como en las tardes esta mujer de 78 años acomoda en su ‘zorra’ el material que recicla y lo lleva para la venta en el depósito “Mi Tesorito”, que se ubica en el barrio Prados del Sur, también en el sector de La Cumbre. En este recorrido tarda, en promedio, 20 minutos. /FOTO JUAN CAMILO RODRÍGUEZ
Capacho compra materiales reciclables según el peso; es decir, el kilo de cartón lo paga a $250, el de plástico a $300, aluminio a $2.200 y el que mejor paga es el cobre a 12 mil pesos. ‘Rosita’ con esto suele ganarse desde cinco mil y máximo -cuando le va bien- diez mil pesos diarios. Algunas veces, cuando llueve, su ganancia es nula, ya que Capacho no compra el cartón mojado.
Recibe 65 mil pesos mensuales por parte del Estado. Ese ingreso sumado a lo que gana con el reciclaje le permiten pagar servicios, impuestos y hacer mercado. No obstante, para sobrevivir, deberá trabajar siempre, ya que su labor no le permite pensionarse, como le ocurre al 30 % de los habitantes de este país, según el Ministerio de Hacienda. Por su parte, el Dane asegura que esto ocurre porque el 48,2 % de la población labora de manera informal y no pueden cotizarla la pensión. El sistema de jubilación colombiano funciona como una pirámide: en la base están los nuevos cotizantes, que costean el retiro de quienes están en la parte de arriba, pero si pocos cotizan, debido a la alta informalidad, la pirámide se invierte, viene el descuadre y ese hueco fiscal termina tapándose con los impuestos que pagan los colombianos.
En algunas ocasiones son los vecinos del barrio quienes le regalan el reciclaje que ella clasifica antes de entregar para la venta. / FOTO JUAN CAMILO RODRÍGUEZ
Entonces, ¿qué pasa con las personas que gran parte de su vida laboraron de manera informal y no pueden acceder a una pensión? Para ellos, según Juan Pablo Alzate, existe el programa Colombia Mayor, el cual consiste en que el Estado da un subsidio económico a los adultos mayores que se encuentran desamparados, que no cuentan con una pensión o viven en la indigencia o en la extrema pobreza.
Dicho aporte se reduce a la cantidad de 75 mil pesos cada mes, cifra que puede variar dependiendo del valor que paga cada ciudad. No obstante, hay un cupo establecido para 1 millón 500 mil pesos beneficiarios en toda Colombia, el cual lo hace limitado para aquellas que lo reciben y al mismo tiempo, no logra cubrir todo el porcentaje de trabajadores informales a punto de pensionarse.
“Cuando me siento muy malucona no reciclo, ese día descanso y cuando ya me siento bien vuelvo al mismo trajín”, dijo Villamizar agarrando la mano de Octavio. Añadió que no quisiera reciclar pero que no tiene otra entrada estable que le alcance para los gastos. Haciendo cuentas, los dos sobreviven con aproximadamente 225 mil pesos mensuales, depende del día y de cuánto haya sido la venta.

La respuesta de Rosa frente a sus dificultades siempre es una sonrisa.. / FOTO JUAN CAMILO ROGRÍGUEZ
La pensión en Colombia
Juan Pablo Alzate explicó que existe el término “índice de envejecimiento”, el cual consiste en comparar la cantidad de personas de cero a 15 años con la cantidad de adultos mayores. A partir de esto, se encontró que en 2005 por cada 100 personas menores de 15 años había 21 adultos mayores; mientras que hoy en día, por cada 100 menores de 15 años hay 41. Es decir, la cifra se dobló.
Esto lo llevó a la conclusión que el país está creciendo de manera acelerada y dicha población se encuentra concentrada en el Eje Cafetero, Antioquia, Valle del Cauca y Boyacá.
En Colombia, en el fondo público como Colpensiones las mujeres se pensionan a los 57 años y los hombres a las 62. Esto significa que ellas tienen cinco años menos para jubilarse y cotizar las mismas 1.300 semanas que exigen y los mismos requisitos que los hombres con este lapso de diferencia. Mientras que en fondo privado el único requisito para acceder a la pensión de vejez en este régimen es acumular un capital que permita financiar una pensión de por lo menos un 110% de un salario mínimo legal mensual vigente, es decir, que sin importar la edad podrá pensionarse, ya que dependerá únicamente del capital aportado.
Por Lina Matilde Horta Bernal
lhorta@unab.edu.co