Julián Angarita/ jangarita306@unab.edu.co
La historia de San Andrés comienza oficialmente como viceparroquia, una categoría en la época de la colonia para ciertos asentamientos dependientes de unos más grandes, los cuales eran usados para congregar a feligreses. Todo esto, dentro de la misión de la iglesia católica española de evangelizar la población de la, en ese entonces llamada por los colonizadores, Nueva Granada.
En la actualidad, para muchas personas de los principales municipios del departamento de Santander, y de Colombia en general, los pueblos no son más que un lugar para visitar de vez en cuando los fines de semana. La realidad es que los pequeños municipios de cada departamento fueron alguna vez lugares importantes, históricos y determinantes para el desarrollo de las ciudades de este país, tanto social, como cultural y económicamente.
San Andrés, por ejemplo, fue por muchos años y aún hoy después de tanto, uno de los municipios cafeteros de Santander. Alguna vez, allí hubo una Sonora Rovirense que con su música amenizaba la vida de toda la provincia y una banda municipal que acompañaba y animaba los eventos religiosos, deportivos, políticos, sociales y económicos de toda una región. Esta es una descripción de un municipio posado sobre el valle del río Guaca. Una parada obligatoria entre las montañas de la majestuosa cordillera oriental que está, además, acompañada de un espejo natural llamado Laguna de Ortices.
Empecemos por el clima. San Andrés tiene una temperatura que oscila entre 18 y 30 grados centígrados, una perfecta demostración del anhelado clima templado. Las noches son frías y las mañanas frescas. Las tardes son cálidas para el que se deja tocar por los rayos del sol y un poco menos para los que disfrutan de la sombra. Sudar es difícil si se está estático. Las cadenas de montañas que bordean el pueblo por el oriente y el occidente mecen el viento de un lado hacia otro.

La gente de San Andrés está fuertemente influenciada por el campo. El 70 por ciento de sus habitantes son en realidad oriundos o descendientes de personas nacidas en las veredas y corregimientos que rodean al casco urbano. Las casas de bahareque, las más nuevas con por lo menos 100 años de antigüedad, están diseñadas para secar el café. La mayoría de las viviendas tiene dos puertas. Una es la entrada principal y la otra es la vía de acceso de la calle al salón donde se recolecta la cosecha. El diseño de las casas tiene su razón de ser, pues los sanandresanos tradicionalmente tienen, por lo menos, una parcela en la que perpetúan las costumbres campesinas de sus ancestros, por lo que usan su hogar en el casco urbano como centro de acopio y distribución.
El origen de este lugar, como los más antiguos pueblos en Colombia, tiene una fuerte relación con la iglesia católica. “La historia que nos contaron a nosotros desde pequeños es que la iglesia más cercana estaba en el municipio de Guaca, y que toda la gente que vivía por el camino hacia Málaga, solo podía celebrar la misa una vez al mes, cada que el padre bajaba a lomo e’ mula por la montaña en un viaje de 15 horas”, dice Victor Guarin, docente sanandresano de 76 años. Ante esto hay que remarcar que a la carretera entre Guaca y Málaga le faltaba un lugar de descanso. Un espacio para congregar a todos los habitantes de las veredas, que ya existían en ese entonces y hoy siguen existiendo.
La relación de San Andrés con el catolicismo es tan fuerte, que hoy, 282 años después de su fundación, los valores religiosos perduran. La misa de los domingos sigue siendo el evento más importante de cada semana. La iglesia, además de ser todavía una institución con poder político, es dueña de los 10 locales comerciales de las tres cuadras del pueblo que rodean la catedral.
Aunque tuvo momentos prósperos en el pasado, hoy el olvido hace parte del presente de San Andrés. Su desarrollo ha sido casi tan irregular como las montañas que rodean al municipio y casi tan inestable como la carretera que lo conecta con Bucaramanga. “En los 60s este pueblo era importantísimo, después de Málaga, nosotros éramos los más grandes. Las carreteras estaban destapadas pero nunca había problemas para movilizarse. Los músicos teníamos sueldo del Estado. Había empresas locales y las cosechas abundaban. Las cosas empezaron a cambiar cuando vino el “mal llamado desarrollo” parece que en vez de traernos mejores cosas lo que hizo fue alejar a la gente y dañar las carreteras”. Esta voz nostálgica es de Pedro Blanco, músico, habitante de San Andrés de 86 años, refiriéndose al cambio más grande que ha visto en el pueblo.
CUENTO CARRETERA CITA. DE FORMA MAGISTRAL LO RETRATO CON PALABRAS EL ESCRITOR SANTANDEREANO XXXXXXX

La región de García Rovira, pero específicamente nuestro municipio protagonista, vivió una época brillante entre los 60s y finales de los 90s. Tanto que llegó a crecer mucho más que Guaca, parroquia de la que antes dependía San Andrés. Muestra del auge económico de los pueblos de ese tiempo fue el arte. La Sonora Rovirense y la Banda Municipal de San Andrés eran sello folclórico en toda la provincia. “Empezamos en la década del 60. Éramos muchos músicos en la banda de la alcaldía, pero solo tocábamos en eventos pequeños en San Andrés y Guaca. Era más un pasatiempo que una profesión. Después de que nosotros entramos, viajamos por toda la provincia y a otros municipios de Boyacá y Sotonorte”, esto lo comenta Juan Blanco, músico cofundador de la Sonora Rovirense y co promotor de la Banda Municipal. La música sanandresana viajó durante 30 años por las destapadas carreteras de la zona. El apoyo de las administraciones municipales y la iglesia permitió a los músicos vivir de su arte por temporadas largas.
Las primeras obras sobre la carretera Curos – Málaga se registran en los años 80s, en pleno auge de las “chusmas” o época de la violencia bipartidista. La vía que comunica a Bucaramanga con San Andrès y toda la provincia de García Rovira, empezó a ser intervenida cuando la inestabilidad social estaba a flor de piel. Sin embargo, el municipio ha sabido mantenerse, atravesando por una era oscura entre los 90s y principios de los 2000 en la que la población emigró masivamente a la ciudad y mientras otros municipios incrementaron, por lo menos en una cuarta parte, los alrededor de 10 mil habitantes de San Andrés, y su población flotante del área rural se mantuvieron intactos según datos del DANE.
Así como el nivel del agua de la laguna de Ortices, fuente hídrica representativa del pueblo, los lugareños supieron mantener con vida a San Andrés. De a poco los habitantes fueron regresando, en muchos casos debido a la falta de oportunidades en las ciudades y al incremento del costo de vida de las mismas. Pero el volver a las raíces y empezar de cero al parecer le vino bien a este municipio. “Aquí llevo 76 años y nunca me he querido ir. Para mi no hay mejor vividero. Nos quedamos los que amamos el pueblo, y aunque muchos se fueron por necesidad hoy vuelve con ganas la gente. Hay muchos que se olvidaron y hace 20 años que no los veo pero seguimos habiendo personas que queremos el pueblito y hoy que lo vemos mejor nos sentimos orgullosos”, señaló el profe Víctor Guarín y desde su voz cerramos este breve retrato de un pueblo típicamente santandereano.