Por Naylen Saavedra Guerrero
nsaavedra287@unab.edu.co
Santa Cruz de la Colina o como suele ser más conocida “La Colina” está ubicada en el municipio de Matanza, Santander. Es un corregimiento rodeado de 14 veredas. La unidad entre las familias del lugar es evidente, la mayoría de sus habitantes llevan buenas relaciones con sus vecinos y de esta forma suelen ayudarse. Este lindo lugar lleno de vegetación, rico en cultivos de mora y café y con clima frío, se tuvo que adaptar a la pandemia y crear nuevas estrategias para seguir con sus actividades diarias.
Una hora y media fue el tiempo del recorrido en autobús desde la carrera 18 con avenida Quebradaseca hasta Rionegro, y otra hora y media desde allí hasta el corregimiento de La Colina. La tardanza en este último trayecto se debe principalmente a la estrecha carretera, este mismo camino en motocicleta tiene una duración de 30 a 40 minutos. A medida de que nos adentramos más al lugar la temperatura comienza a bajar, la diferencia del clima cálido de Bucaramanga al clima frío de La Colina es increíble. A solo unas pocas horas de distancia las diferencias son radicales.
Santa Cruz de la Colina cuenta con una institución educativa, el Colegio Técnico Agropecuario Nuestra Señora de la Paz y tiene 25 docentes. La sede principal queda en la calle 5ª # 6 – 32 y tiene otras ocho sedes que están distribuidas en las veredas aledañas. La sede principal se divide en dos plantas, una en frente de la otra, en una toman clase los estudiantes de primaria y en la otra los de secundaria. Antes de la pandemia veían clase de siete de la mañana a una y media de la tarde. Quienes iban de décimo y once debían volver un día a la semana, y tomar clases de dos a cinco y media para cumplir las horas de la media técnica y la articulación con el Sena.


Cuando llegó el coronavirus los estudiantes tuvieron que trabajar desde casa. Nubia Mercedes Ramírez es profesora de inglés de bachillerato en esta institución y ella expresa: “tenemos comunidades bastantes dispersas en donde no hay señal, entonces allí los estudiantes trabajaban con guías físicas. De vez en cuando los estudiantes llamaban para ponerse al tanto de las actividades pero esto sucedía muy esporádicamente. Hacer una recarga y utilizar datos acá es muy costoso”. La docente menciona que en estas situaciones es importante tener mucha empatía y entender la situación que enfrenta cada familia.
A finales del año pasado y a comienzos de este la empresa de comunicaciones inalámbricas Sistelec ofreció sus servicios a este corregimiento, pero solo en la zona central. Esto fue de gran ayuda para facilitar el acceso a la educación desde los hogares. Sin embargo, muchas familias de las veredas debieron asumir un alto costo económico para poder obtener internet. Como es el caso de Israel Sierra, quien debe pagar $200.000 mensualmente por este servicio.
Israel Sierra explica: “nosotros buscamos un operador que nos vendiera el internet, pero por no tener cobertura móvil de ninguna, no encontré. Hughesnet es el único internet satelital que hallé. Me contacté con la empresa y vinieron y lo instalaron”. Y añade: “es muy difícil pagar este servicio, sin embargo es muy necesario para mis hijos, familia, algunos vecinos, que al igual que yo están estudiando”.
Muchos estudiantes durante los inicios de la pandemia empezaron a trabajar con más frecuencia en las fincas del lugar, especialmente recogiendo café. Este año los estudiantes no regresarán a las clases presenciales porque las instituciones no cumplen con los requisitos de bioseguridad que exige el Estado y, por otro lado, muchas personas no se han vacunado contra el coronavirus.
Por ahora, los únicos que asisten presencialmente son los estudiantes de décimo y undécimo, ellos deben asistir para realizar sus horas técnicas. De igual forma, ya se están haciendo arreglos en la institución principal para que el próximo año algunos estudiantes puedan asistir de forma presencial esporádicamente. Esta situación se presenta en la sede principal, pero, ¿qué sucede con las demás sedes?
En las otras sedes se dictan clases hasta primaria, con excepción de la sede Provincias, ubicada en la vereda de Bremen, allí los estudiantes pueden tomar clases hasta noveno grado. Algunas veredas cuentan con una sede y en cada sede se dictan clases de transición a quinto en una misma aula. Cuentan con un profesor que de acuerdo al grado asigna actividades diferentes para cada alumno. En estas aulas son pocos los estudiantes, de 10 a 15 alumnos.

Loris Margenny Rincón es profesora de primaria en la vereda Santa Ana y ella expresa que la pandemia les trajo el mayor de los retos de educación en el corregimiento. Al principio diseñaron distintas guías para que los niños desde sus hogares pudieran seguir aprendiendo. Sin embargo, muchos padres no sabían cómo realizarlas y ayudar a sus hijos. La docente optó por diseñar guías con lo esencial de cada tema y tratar de que su solución fuese lo más sencilla posible.
Los primeros cuatro meses de pandemia fueron los más desafiantes para la profesora. 12 estudiantes tiene a su cargo. Los niños no sabían cómo resolver las actividades y la comunicación docente-alumno estaba limitada por la falta de señal en el lugar. “Esto fue un caos total. Acá no hay señal, no había forma de comunicarme con la mayoría de niños para enseñarles y a los padres se les hacía muy difícil ya que algunos no sabían leer”, comenta la docente con un leve suspiro. Para Loris Rincón el 2020 fue su mayor reto.
En los dos primeros periodos de 2021 los niños siguieron realizando las actividades desde sus hogares y mejoraron un poco. Por esta razón, en los últimos dos periodos la docente decidió citar a los estudiantes por grados. Frente a esto, la docente en tono sarcástico acota: “cuando volvimos a la presencialidad fue muy difícil. Nos dimos cuenta que quienes hacían realmente las tareas eran los padres”. Ahora Loris Rincón busca estrategias que les permitan a los niños poner sus conocimientos al día.
Por otro lado, para los estudiantes también la pandemia ha sido un desafío. Liceth Sierra es la personera del Colegio Técnico Agropecuario Nuestra Señora de la Paz. Ella lleva estudiando toda su vida en esta institución y el amor que le tiene a su colegio lo manifiesta cada vez que habla de él. Ella empezó sus estudios en la sede del Líbano y en esos cinco años tuvo aproximadamente entre 20 a 25 compañeros por año.
Una hora era el tiempo que duraba la joven en llegar a la escuela desde su casa. “Yo me iba caminando, me tocaba cruzar este pequeño río y un caño más adelante. Por eso a veces llegaba un poco tarde a la escuela, en especial cuando llovía porque el río crecía y se hacía muy difícil cruzarlo”, explica Liceth señalando el río.
Su ida al colegio en el bachillerato se complicó aún más. La distancia desde su casa hasta la sede principal es bastante larga. A ella le tocaba ir caminando hasta la escuela, ella se quedaba en la casa de una tía los días lunes, miércoles y viernes porque ella vive un poco más cerca del colegio. “Liche”, como le dicen su familia y amigos, gastaba dos horas y media en llegar a la institución. Los martes y jueves se quedaba en su casa y se gastaba tres horas y media en llegar.
Sí, caminar tres horas y media para poder recibir educación. “Todo se complica más cuando llueve, el trayecto se hace doblemente largo”, expresa Liche con un tono de voz bajo. El cambio que vivió con la pandemia fue evidentemente un paralelo. Por un lado, las largas horas de camino desaparecieron, pero ¿cómo fue la comunicación a distancia en un lugar sin señal?
Ella empezó realizando sus trabajos en su casa y caminaba una hora hasta la casa de su tía para poder enviar los trabajos por internet. Liche comenta: “rara vez me conecto a las clases virtuales, no tengo internet en mi casa y el internet donde mi tía en ocasiones no es muy estable, uno queda con la mitad de la información. Yo solo voy al colegio los miércoles para realizar mis prácticas, el resto trato de hacerlo desde mi casa”. Pese a las limitaciones que ha tenido, ella siempre se ha destacado como una de las mejores estudiantes de la institución, cada año obtiene una mención de honor.
La educación en el sector rural siempre ha tenido más limitaciones que en el urbano. Sin embargo, las personas de este lugar buscan la manera de vencer estas barreras y crear estrategias para que la educación mejore. Es importante ver y analizar los sacrificios que muchas familias de estas veredas hacen para acceder a una educación de mejor calidad. Pese a no contar con los mismos recursos que en el sector urbano, ellos hacen su mayor esfuerzo para enfrentar esta realidad generalmente ignorada en las ciudades.