Por: Priscila Sáenz Figueroa/psaenz730@unab.edu.co
“Vivir en los corazones que dejamos atrás no es morir”: Thomas Campbell
Durante 10 años, la Universidad Autónoma de Bucaramanga fue su segunda casa, y a pesar de su partida física y terrenal, el recuerdo de Claudia Santamaría aún vive y se mantiene entre quienes fueron sus colegas, estudiantes, amigos y familiares.
Al pensar en ella cualquiera destaca lo bella que era, así la describen: una mujer de rostro de porcelana, piel lozana y suave, cabello rubio, de un brillo en la mirada particular, y una sonrisa potente. Aunque era muy reservada, entregaba siempre su emoción a sus más allegados. Nancy Vesga y Norleybi Vila fueron sus compañeras de oficina y mayores confidentes. Un ejemplo que vive en sus compañeras, y que se repetía cada semana en aquella oficina que compartían, Nancy lo describe así: “los viernes para mí eran como una catarsis, ella ponía música y nos la pasamos cantando. La academia no es nada fácil, pero las tres logramos compaginarnos para poder protegernos. Yo siempre digo que es una protección cuando lo hacíamos, porque uno saca lo que tiene y se va tranquilo. Eso hacíamos nosotras”.
Detrás de su personalidad seria y reservada se descubría un gran ser humano. Jacqueline Santamaría, su hermana menor, destaca que en su forma de ser resaltaba su fraternidad, su actitud de servicio, y también su generosidad. “Ayudaba al desconocido. Si ella sabía que alguien necesitaba algo, estaba ahí. Desde que yo tengo uso de razón, hasta que la gorda se fue, fue así. De hecho, después de su muerte, estudiantes, compañeros de trabajo, amigas del colegio, que yo ni siquiera conocía, destacaban esto. Le daba la mano a quien lo necesitaba. No solamente en temas económicos, sino de palabra, de mensaje”.

Raúl Bueno, su esposo, afirma que, al verla, no tuvo dudas en conquistarla y que fuera ella su compañera de vida. Aún recuerda: “su rectitud, sus principios de equidad, de justicia, su orden. Yo diría que era emancipadora también. Quería estar de una u otra manera luchando por las libertades como por los espacios”.
Claudia, en la Unab, fue una excelente docente, dedicada y exigente. Tal vez algo que más se recuerda dentro de la Facultad de Comunicación Social fue cuando estuvo a cargo de la dirección de prácticas y luchaba para conseguir que todas las pasantías de sus estudiantes fueran pagas, ya que subrayaba que el trabajo de ellos debía ser valorarlo.
Claudia también resaltaba por su buena presentación personal y forma sofisticada de vestir. Las personas la reconocían por ser muy “señora”, alguien que todo el tiempo estaba elegante. Valentina Figueroa, una de sus estudiantes del énfasis organizacional, recuerda que: “siempre se esmeraba mucho por ir bien presentada. El cabello súper arreglado, su maquillaje sutil, combinaba bien sus blusas y faldas. Yo siempre le decía eso en clase como ‘profe, que buena pinta tienes hoy’”. Para Nancy, Claudia era el fiel reflejo de que la imagen habla por sí sola sobre lo que somos, lo expresa así: “uno se viste de la forma como quiere que lo vean, refleja lo que uno es y creo que ella fue bastante fiel a esa identidad”.
Su oficina también fue testigo de otras alegrías patrocinadas por sus estudiantes. Como cuando Daniel Moreno, el monitor de sus clases y actividades por mucho tiempo, llegó con un grupo de amigos a darle una serenata únicamente para sacarle una sonrisa. “Yo me acuerdo mucho de su sonrisa. Por eso, la gente siempre hablaba del tema de que se guardaba mucho para ella. Pero, a pesar de todo lo que pudiera estar pasando, uno siempre la veía contenta. La veía feliz. Podía haber estado todo el día dando clases en la Universidad o dar la clase desde las 6, bien temprano, y aun así siempre la ibas a ver con una sonrisa”, agrega Daniel.
Ahora solo podemos narrar un fragmento de las enseñanzas y atributos que representaban a Claudia Santamaría Valbuena, pero su recuerdo vive dentro de quienes se cruzaron y conocieron sus caminos por la tierra.