Entre risas nerviosas fueron escogiendo quien pasaba de primero a contar su historia: Un joven de 29 años, otro de 26 y una de 21. No estaban preparados, pero aún así tomaron la decisión de contar su experiencia.

El primero en pasar fue Deimon Alejandro Pinzón, 26 años, cabello corto, lleva puesto una pantaloneta negra con un buzo azul que dice Cowboys, tenis negros. Estudia Arquitectura en la Universidad Antonio Nariño en Bucaramanga. Sentado junto al marco de la ventana de la casa donde todos los viernes se reúnen con la Organización Avanzando Santander, que busca construir y formar soluciones frente a la calidad de vida de la población lesbiana, gay, bisexual, transgénero, y queer (Lgtbq) en el departamento.

Pero “Taz”, como es conocido por sus más allegados, no nació siendo niño, hombre, macho o la cantidad de apelativos que la sociedad ha impuesto. Como él dice, nació siendo Britget Pinzón, pero nunca se sintió como tal, “nunca me he sentido ella, siempre fui él”.

¿En qué momento se da cuenta que quiere ser niño? “Siempre he pensado que lo era, incluso, cuando tenía cuatro años, estaba en el baño y llamé gritando a mi mamá para decirle que ya me estaba creciendo el pene y obvio, era mi clítoris”, recuerda “Taz”.

Para iniciar el cambio no solo dijo que quería ser Deimon, pues se reprochaba, “dije que me consideraba un monstruo y que no entendía lo que era”. Entonces, su mamá respondió: “si se sentía así, tocaba buscar una solución”.

En ese momento, Deimon no sabía que era ser transexual, hasta que vio videos de jóvenes trans en España, luego supo que significaban las siglas Lgtbq, y “comprendí que si no conocía mi población no podía identificarme con esta y mucho menos aceptarme”.

Según cuenta, ser transexual es sentir que pertenecen al sexo opuesto, visten y se comportan y aspiran conseguir o muchas veces consiguen los rasgos físicos, por medio de intervenciones quirúrgicas o tratamientos hormonales. Normalmente la hormona testosterona hace que los hombres transexuales experimenten el desarrollo del vello facial y corporal, aumento de la masa muscular y las facciones y la voz se torna más gruesa.

La transexualidad tiende a confundirse con transgénero o travesti, sabiendo que la primera hace referencia a las personas que se identifican y han construido su identidad de género diferente con la que nació, pero en esta no es necesario que una persona pase por un quirófano o lleve ropa del otro género como las personas transexuales.

Mientras que travesti se refiere al comportamiento e identidad que un hombre o una mujer expresa por medio de su modo de vestir relacionado al sexo opuesto, puede implicar o no un deseo de pertenecer a la población o simplemente puede ser un modo de diversión.

Deimon Alejandro Pinzón, más conocido como ‘Taz’. El 23,7 por ciento de las mujeres transexuales no están afiliadas a ningún sistema de seguridad social, de acuerdo con el Estudio de vulnerabilidad al VIH. / FOTO CAROLINA BERMÚDEZ

En Colombia y el mundo

Desde 2015 a la fecha, en el país han asesinado a 115 transexuales, a 24 lesbianas, a 160 gais y a ocho bisexuales, según el Sistema de Información de Homicidios de Personas Lgtbq. Pero estas cifras son solo de casos que se han denunciado. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) ha señalado que “muchos casos de violencia contra personas Lgbtq no se denuncian, ya que se teme a las represalias, no quieren identificarse como personas pertenecientes a esta comunidad o no confían en la policía o en el sistema judicial o también, cuando se denuncia el delito, la información sobre la orientación sexual o la identidad de género de la víctima es generalmente ocultada o pasada por alto”.

La Organización de las Naciones Unidas, ONU, ha dicho, que el número de integrantes de esta comunidad en el mundo, está entre el 10 y el 15 por ciento de la población. Si este porcentaje se aplica en Colombia con una estimación de 45.500.000 habitantes, significa que, actualmente, habría entre 4.550.000 y 6.825.000 personas pertenecientes a esta comunidad.

“En Santander no existen cifras de violencia hacia la población transexual, ni siquiera la Defensoría del Pueblo las tiene, debido a que en muchos casos las víctimas deciden no hacer la denuncia, porque el proceso para hacerlo es complicado y doloroso para las víctimas y cuando este no se completa, se pierden las cifras y los datos”, aseguró Olga Materón, presidenta de la Organización Avanzando Santander y cofundadora de la Asociación Plataforma Lgtbiq Santander.

La historia de “Tiqui”

“Me da miedo a lo que me vayan a decir y más el hecho de la aceptación y de acostumbrar a los demás de que ya no me traten como ella, sino como él”, afirmó Nataly Baca. / FOTO CAROLINA BERMÚDEZ

Tilsia Velázquez, de 29 años, estudia Administración de Empresas en la Universidad Cooperativa de Colombia (UCC). Lleva puesto una pantaloneta blanca con rayas azules, una camiseta blanca y unas chanclas de cuero, un reloj plateado grueso grande, recalcando su masculinidad. Tiene la voz gruesa, tiene acentuada su masa corporal sin necesidad de inyectarse, afirma él.

“Tiqui”, como le dicen sus amigos, está casado hace 10 años con Olga Materón. “Ella siempre me decía que yo era un chico trans, pero yo no conocía eso”, según cuenta. Tiempo después, se conformó la Organización y fue cuando supo lo que era ser transexual y cómo debía ser el proceso.

“Siempre me han gustado las niñas. Por lo general, uno siempre comienza siendo lesbiana, más adelante empieza a sentir que pertenece al sexo opuesto y a conocer que es ser trans y luego comienza el cambio”, comenta “Tiqui”.

Tilsia comenzó la transición en julio de 2018, lo primero que hizo fue cortarse el pelo con la autorización de la mamá, porque le dijo que lo hiciera cuando esta muriera, “pero ahora vio mi necesidad en hacerlo y lo aceptó”. Luego empezó a utilizar ropa de hombre, como los bóxeres, los jeans, camisas y zapatos.

Sobre su futuro asegura que no le da miedo, “no pienso en eso y no creo en eso, siento que va más para las chicas trans”, concluye Velázquez.

La realidad

«Tiqui”, como también es conocida Tilsia Velázquez, se casó hace 10 años. Recuerda que uno de los primeros cambios físicos que se hizo fue cortarse el pelo. / FOTO CAROLINA BERMÚDEZ

Las personas transexuales no sólo deben soportar y sobrevivir al odio, la exclusión y la homofobia, sino que también tienen que lidiar con el hecho de que sus vidas estén en riesgo y el peligro aumenta si viven en Latinoamérica.

El 77 % de los asesinatos contra esta comunidad en todo el mundo ocurre en los 23 países de esta región, siendo Colombia el tercer país con más homicidios registrados, según las últimas cifras del Observatorio de Personas Trans Asesinadas,TMM, y el reporte de la ONG Transgender Europe.

Actualmente, el registro de violencia elaborado por la Cidh ha destacado que el 80 % de las mujeres trans latinoamericanas mueren a los 35 años o menos, de las comunidades Lgtbq esta población es las más afectada y la más vulnerable.

“En su totalidad no todos tienen conocimientos de que esta edad sea su límite de vida, pero no hay población que conozca mejor sus problemáticas que esa misma población”, expresó Materón.

“Esta es una población que no pelea por el matrimonio igualitario, por la adopción de hijos por parejas del mismo sexo, ellos luchan por sobrevivir día a día”, afirmó Materón.

“Me quiero cambiar de sexo y me da miedo”

Nataly Baca tiene 21 años, estudia Ingeniería Ambiental en las Unidades Tecnológicas de Santander (UTS), tiene el cabello largo, lleva puesto una camisa ajustada, jeans y zapatos azules deportivos.

Hace poco empezó a conocer acercar de ser transexual, ha tenido intriga de saber de qué trata, cómo es el proceso y cómo será la aceptación. “Me quiero cambiar de sexo, pero me da miedo”, asegura. “Me da miedo lo que me vayan a decir y más el hecho de la aceptación y de acostumbrar a los demás de que ya no me traten como ella, sino como él”, añade.

Nataly inició el proceso de cambios con experiencias de otros, para luego tomar la decisión y la fuerza de voluntad y hacer la transición. Dice que no es tan fácil y escucha las historias de “Taz” y de “Tiqui” y siente que fueron muy valientes. “En parte me siento identificada, sin embargo, primero debo comprender que es ser transexual y pensar mucho en la decisión que tome. Lo más importante es que cuento con el apoyo de mi familia”.

Lo primero que hará cuando se decida es cambiar su estilo a la hora de vestir. No se cortaría el pelo enseguida, empezaría a cambiar su aspecto poco a poco. “Quiero un proceso lento y vivirlo bien, para luego contarle a los demás y ser un ejemplo”

Es optimista frente al futuro: “Siento que voy a llegar a vivir más años que las personas “normales” y esto no va a afectar en la decisión que llegue a tomar”, concluye.

María Camila Arévalo

marevalo22@unab.edu.co

Universidad Autónoma de Bucaramanga