Sin duda alguna Juan Mauricio Soler Hernández es el pionero de la nueva generación del ciclismo colombiano que está haciendo de las suyas en Europa. Este ciclista, que hoy tiene 33 años de edad, pasaba por su mejor momento cuando un accidente lo obligó a dejar de pedalear profesionalmente para siempre.
Los fanáticos colombianos y del mundo recuerdan ese 16 de junio de 2011, en la sexta etapa de la Vuelta a Suiza, cuando la llanta delantera de su bicicleta mordió un bache que lo lanzó, a más de 65 kilómetros por hora de velocidad, contra una columna de hierro que le golpeó en la cabeza. Tirado en el piso, casi muerto, ante médicos, fanáticos y su técnico José Luis Arrieta, quien repetiría una y otra vez que no se había hecho técnico para ver morir así a sus muchachos, Soler se debatía entre la vida y la muerte. Tan sólo cuatro días antes había ganado la segunda etapa de la carrera y se perfilaba como posible campeón.
Con un trauma craneoencefálico serio, tres huesos del cráneo fracturados, ocho costillas y la clavícula rota, múltiples lesiones en todo el cuerpo y más de 20 huesos quebrados, Soler estaba más muerto que vivo. Desde Colombia lo alentaban las oraciones y el amor de su esposa, Patricia Flórez, y su hijo Juan Mauricio quien en ese entonces apenas llegaba al año de edad.
Hoy, Mauricio Soler camina despacio, como midiendo los pasos, luego de casi dos años de tratamiento constante y otros tres de terapias ininterrumpidas e inyecciones anticoagulantes que debe aplicarse a diario. La prueba más dura de su carrera ha sido superada, pero en su cuerpo y en sus movimientos aún se ven las secuelas de ese trágico día.
No ha pedido su esencia. Sigue siendo ese hombre de pocas y amables palabras. Siempre está dispuesto a una foto, a un autógrafo a una charla, a contar su historia, que probablemente en estos cinco años ha repetido una y otra vez.
Pasó por Bucaramanga el martes 27 de septiembre, en la quinta etapa del Clásico RCN – Claro, como acompañante del equipo Arroz Sonora – Dimonex, dirigido por el ex ciclista santandereano Víctor Hugo Peña Grisales, de quien dice “es una persona que tiene tanto por enseñar. Es el primer ciclista colombiano que ha sido líder de un Tour, y por ahora el único”.
Este hombre que a los 24 años de edad ganó la novena etapa del Tour de Francia 2007, y se coronó campeón de la montaña de esa prueba, aún es asediado por los fanáticos, que tal vez siempre lo recordarán más por sus triunfos que por su accidente. Lo bueno, dice Soler, es que siempre ha sentido ese cariño de la gente.
Ha pasado el tiempo suficiente para que haga el balance de lo bueno y lo malo que le dejó ese golpe “contra el mundo”. Acepta que fue difícil, que tuvo que volver a aprender a caminar y a hablar y que verse como está hoy, “era casi un sueño”. Agrega que los daños y secuelas han sido muchos, “pero afortunadamente hemos ido evolucionando con el trabajo en la clínica y en casa y haciendo la recuperación”.
Dice que ya está resignado a no volver a competir en bicicleta, “y doy gracias a Dios porque he conocido personas maravillosas que tal vez no hubiera conocido ni ganándome dos Tour de Francia. También hubo personas que nunca me hubiera imaginado que me darían la espalda, pero bueno, esa es la vida y afortunadamente aquí estoy”.
En 2007, con su victoria en la etapa entre Val d’Isere y Briancon, Soler saltó a la fama, luego de cinco años de sequía de victorias colombianas en el Tour de Francia. Ahora esos recuerdos le nutren el alma. “Yo soñaba con ganar el Tour de Francia, y creía que lo iba a hacer, pero yo no nací para ganar el Tour de Francia, y ahora tengo que gozar con los triunfos de otros ciclistas que están dando tantas glorias a nuestro país”. Pero ganó una carrera más importante: la de la vida.
Un momento valioso para Soler en su carrera y su recuperación ha sido su participación en el equipo Sonora – Dimonex. En la Vuelta a Colombia de este año, su amigo Víctor Hugo Peña lo llamó para invitarlo a hacerles compañía en las últimas tres etapas de la carrera. Aceptó gustoso. Desde ese día, el equipo Sonora lo invita a casi todas las competencias, para que los nutra con sus consejos, para que se sienta más vivo que nunca.
Y su presencia ha sido valorada y bien recibida por sus compañeros de equipo, como en el Clásico RCN, en que estuvo junto a John Alexánder Pico, Juan Esteban Gómez, Pedro Antonio Herrera, Fernando Camargo, Yelko Gómez, Christian Tamayo, José Jiménez, Yeferson Vargas, Dany Osorio y José Serpa, con quien compartió temporadas en el ciclismo europeo. “Serpa siempre ha sido una gran persona, sobre todo un gran ciclista. Creo que su experiencia es fundamental para el equipo”.

LINA LOPERA nuestrociclismo.com
En los pasos de su recuperación y de volver al ciclismo, este año afrontó el reto de ir al Tour de Francia, a reencontrarse con la carrera que le dio la gloria. “Yo quise estar allí, porque antes no era capaz de afrontar eso. Estar viviendo el final de un Tour me daba nostalgia, y este año me dije ‘llegó la hora de afrontar los miedos’, y me fui solo”. A pesar de las recomendaciones del neurólogo, de no viajar solo, decidió afrontar este reto como a un puerto de montaña: en solitario.
“Fui y volví rápido, en un viaje relámpago, porque salí el viernes (22 de julio) para llegar el sábado a Francia y estar el domingo en la final del Tour. Luego di una vuelta por ahí, estuve en Suiza visitando a unos amigos y ya tuve que volver a estar aquí el 27 de julio, porque mi hijo cumple años el 28”, cuenta. “Yo quería demostrarme a mí mismo que era capaz de hacer eso”.
Como es una figura nacional, sabe que su ejemplo es una motivación para quienes están o estuvieron como él: “Quiero enviar un saludo especial a la gente que está postrada en una silla de ruedas. Decirles que yo pasé por esa situación tan difícil, que hay que trabajar y se consiguen los resultados. Como dice Esteban Cháves: ‘hay que perseguir los sueños y los sueños se pueden cumplir’”
Por Javier Ferreira
jferreira4@unab.edu.co