Lixiviado es el líquido que surge de la descomposición de un sólido, por medio de un proceso conocido como percolación, es decir que cuando se toma un café todas las mañanas y filtra el grano molido, el líquido que produce se da por medio de este proceso, solo que en este caso el lixiviado corresponde a los fluidos resultantes de la basura que desecha todos los días en su casa.
Estos residuos deben ser tratados, ya que arrastran restos venenosos provenientes de desechos que contaminan los depósitos de agua subterránea, y liberan gases tóxicos en la atmósfera. El Carrasco ya lleva más de tres décadas funcionando, cada uno de los desechos arrojados a este lugar de disposición final, pueden seguir generando lixiviados hasta después de dos décadas. Por esta razón, la construcción de una planta de tratamiento es obligatoria en cualquier vertedero de basura.
El Carrasco
Este relleno sanitario recibe los desechos de 13 municipios del departamento. De acuerdo con el Observatorio del Área Metropolitana de Bucaramanga, AMB, en promedio se recogen 26.057 toneladas de residuos sólidos cada mes (correspondientes solamente a los cuatro municipios que componen el área metropolitana).
Para el funcionamiento de El Carrasco existen varias dificultades que hacen imposible que, en condiciones normales, este lugar pudiera seguir sirviendo como botadero. Ya desde el 2003 se advierte que la vida útil del basurero terminaría en 2005. Primero, hay una acción popular entablada por los habitantes del barrio Porvenir, que fue fallada a su favor y ordenó el cierre definitivo de El Carrasco. Segundo, desde 2002 se decretó que todos los botaderos de basura a cielo abierto debían ‘convertirse’ a rellenos sanitarios, nombre con el que vienen una serie de requisitos, entre los cuales se hace necesario que se le otorgue una licencia ambiental. La Corporación Autónoma Regional para la Defensa de la Meseta de Bucaramanga, Cdmb, como autoridad ambiental competente, no la otorgó debido a varios impedimentos legales, entre los cuales se encuentran que el relleno debe estar mínimo a mil metros de un centro urbano, los recicladores debían salir del basurero y realizar su trabajo en otros lugares y el relleno no se debía encontrar dentro del cono de aproximación al aeropuerto. Tercero, el tratamiento de lixiviados en el lugar era insuficiente y estaría generando grandes problemas ambientales a largo plazo.
Al ordenarse el primer cierre total de este vertedero en 2011, los alcaldes del área metropolitana se ven en la obligación de declarar una emergencia sanitaria debido a que no se cuenta con otro lugar de disposición, lo que ha permitido que este lugar se encuentre abierto hasta el día de hoy. “Pese a que existe la orden de que se debe cerrar por vía administrativa y ambiental, ha seguido manteniéndose en pie desde 2010. A manera muy particular, ya nos encontramos en la cuarta emergencia sanitaria y aún no se tiene la solución definitiva sobre el futuro de El Carrasco”, comenta el abogado, especialista en derecho del medio ambiente de la subdirección ambiental del AMB, Helbert Panqueva.
Luego de la emergencia sanitaria de 2013, se hace una consultoría que buscaba evaluar la eficiencia del sistema de tratamiento de lixiviados, y a partir de ahí se determina la necesidad de crear un nuevo lugar de procesamiento, debido a la insuficiencia del anterior.
La nueva planta
La planta de lixiviados comenzó a funcionar desde el 1 de febrero de este año y tuvo un costo total de 3600 millones de pesos, y se espera que su costo mensual de operación sea de aproximadamente 135 millones.
Los encargados de aportar este dinero serán la Empresa de Aseo de Bucaramanga (Emab), y la Alcaldía de Bucaramanga, quien firmó un contrato por 20 años para suministrar los recursos económicos necesarios. “Se espera que la nueva planta sea un alivio para el Río de Oro y la Quebrada La Iglesia. Es una de las plantas con mayor tecnología en Latinoamérica, y la mejor del país. Es innovadora y los informes que hemos tenido de los últimos monitoreos, arrojan que el resultado final del agua es excepcional”, asegura Panqueva.
La planta funciona por medio de un proceso conocido como ósmosis inversa, algo así como un filtro que busca liberar al agua de cualquier residuo sólido, tóxico o mineral que pueda tener, es decir que puede hacer del agua de mar, un suministro potable. De acuerdo con el encargado del funcionamiento de la planta, Andrés Felipe Torres Prada, al finalizar el proceso se miran diferentes valores con los que se deben cumplir, “por ejemplo la demanda química de oxígeno con la que debe resultar el agua luego de todo el proceso de limpieza tiene que ser menor a 800 partes por millón, nosotros estamos en 15, con la anterior plata lográbamos llegar a 4600, esos resultados en el parámetro de evaluación hacen que sea la mejor del país”.
Sin embargo, de acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Pontificia Bolivariana y el AMB en 2015, se determinó que el 93% de los residuos en la Quebrada La Iglesia corresponden al vertimiento de desechos realizados por la Empresa Pública de Alcantarillado de Santander (Empas) y el 7% a El Carrasco. Con respecto al río de Oro el 98% es responsabilidad de la Empas, mientras que el 2% corresponde al vertedero de basura. “En Bucaramanga no se trata el alcantarillado, todo va para el río. La planta de tratamiento de la Empas no es para Bucaramanga, esta se creó solo para Floridablanca y parte de Piedecuesta, pero es solo una parte. La ciudad no tiene planta de tratamiento de alcantarillado y este es el mayor contaminante de las fuentes hídricas”, afirma el coordinador general de El Carrasco, Rubén Amaya.
Al final del proceso de limpieza en este nuevo sitio de tratamiento, el agua resulta convertida en un producto potable y apta para el consumo.
Otras medidas de prevención
Este tipo de procesos de mejoramiento en la disposición que se le da a la basura, no son la única manera en que se puede dar un ‘respiro’ al medio ambiente, reciclar será siempre la manera más sencilla y efectiva de hacerlo. Existen siete cooperativas de recicladores en Bucaramanga y su área metropolitana. Elsa María López de la Torre, gerente de Coopreser, cooperativa de recicladores fundada hace 29 años por algunos de los recolectores de material aprovechable de El Carrasco, asegura que mensualmente se recogen aproximadamente 500 toneladas de material reciclable, por los 60 trabajadores que integran esta organización.
Una vez que un residuo ha sido llevado a El Carrasco ya no hay marcha atrás, no hay posibilidad de reciclar, debido a la norma de 2002 que prohíbe la constante presencia de personas en relleno sanitario. La única manera de hacerlo es separando los residuos desde cada hogar.
Gonzalo Mejía Pico, representante de la cooperativa Bello Renacer, pisó por primera vez un basurero cuando tenía siete años y ha trabajado con basura toda su vida explica, que en promedio se recogen unas 450 toneladas de basura mensualmente.
El aprovechamiento de residuos reciclables no solo minimiza la carga de un sitio de disposición final que ya atraviesa su cuarta emergencia sanitaria, y que carece de la estructura ambiental para funcionar apropiadamente, sino que también procura la reutilización de ciertos sólidos y a su vez mitiga la contaminación de ríos y quebradas. “Hay que entender que el reciclador es un ser humano que tiene necesidades, y que logra apoyar el cubrimiento de esas necesidades, con algo muy simple como es separar los materiales reciclables. En la medida en que puedan vincular a sus familias y vecinos están ayudando mucho, no solo a mejorar su calidad de vida sino a mitigar el impacto ambiental”, concluye López de la Torre.
Por Lina Marcela Montes E.
lmontes23@unab.edu.co