Pocas personas en Colombia poseen el crédito para decir que sus manos están
inmersas en el desarrollo de misiones espaciales o que trabajaron en la elaboración de artefactos que hoy están en el espacio exterior. Julián Rodríguez Ferreira sí. Este científico, hincha del Atlético Bucaramanga, es Doctor en Astrofísica de la Universidad de París-Sud, además tiene un postdoctorado en el Centro Físico de Partículas de Marsella, en Francia.
En la actualidad dirige el semillero del Grupo de Investigación en Energía y Medio Ambiente (Giema), de la Escuela de Ingeniería Mecánica de la UIS.
Este bumangués de 37 años tiene la habilidad de potenciar la creatividad y el ingenio de sus alumnos para llevarlos a lugares más allá de las fronteras físicas.
Estuvo 10 años por fuera del país, formándose en el sector aeroespacial, de los cuales nueve los pasó en territorio francés, trabajó en varias misiones para la Agencia Espacial Europea (ESA) y fue becado por la Agencia Espacial Francesa.
El trabajo de doctorado en Astrofísica lo preparó para participar en la misión espacial BepiColombo de exploración del planeta Mercurio, adelantada por la ESA y la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (Jaxa).
Pero Rodríguez Ferreira no solo es reconocido por sus títulos y participación en proyectos internacionales. En la comunidad académica de la UIS llama la atención por el diseño de un concurso que pone a prueba la creatividad de los estudiantes a la hora de elaborar y volar cohetes hechos con botellas plásticas de gaseosa.
Elevar el ingenio
Para el estudiante de ingeniería mecánica de noveno semestre, Joan Sebastián Villalba Sánchez, que ingresó al semillero de cohetería cuando estaba en sexto semestre, este espacio académico le sirvió para interesarse más por la termodinámica y los motores de combustión. Lo que más le aportó fue encontrar su “verdadera pasión”.
El estudiante de 21 años cuenta que el papel de su maestro para encontrar esta ruta fue fundamental, y agrega, “el profesor Julián nos abrió los ojos, nos mostró que podíamos aplicar a becas, también que hay muchas opciones laborales”.
Villalba Sánchez, que está a punto de culminar su pregrado, aspira obtener una opción de estudio financiada en Europa para iniciar una maestría y en un futuro volver a Colombia para trabajar su universidad.
Y es que el semillero de cohetería nace con la finalidad de instruir a los estudiantes en herramientas y los procesos de investigación. “Lo bueno de la cohetería es que se presta para vincular actividades lúdicas que aportan una cantidad de conocimiento”, asegura Rodríguez.
Este espacio inició con 30 alumnos hace dos años. En el transcurso del semestre, los grupos alcanzaban hasta los 50 integrantes. “Los lanzamientos de los cohetes atraen la curiosidad de los demás estudiantes y cuando ven que esto va más allá del hecho de lanzar los artefactos, comienzan a asistir con mayor regularidad”, añade el profesor.
Este espacio inició con 30 alumnos hace dos años. En el transcurso del semestre, los grupos alcanzaban hasta los 50 integrantes. “Los lanzamientos de los cohetes atraen la curiosidad de los demás estudiantes y cuando ven que esto va más allá del hecho de lanzar los artefactos, comienzan a asistir con mayor regularidad”, añade el profesor.
Algunos de los estudiantes pertenecientes al semillero presentaron sus tesis de grado sobre ingeniería aeroespacial y dichos proyectos tuvieron la oportunidad de asistir a un congreso en Estados Unidos en junio de este año, organizado por la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio, Nasa, en Pasadena, California.

Logros estelares
“Tuve la fortuna de ingresar al proyecto BepiColombo cuando ya estaba en la fase de realización, esa parte final de la validación de lo que se iba a lanzar al espacio, entonces pude tener en mis manos el instrumento que se envió en el satélite”. Así recuerda Rodríguez la experiencia.
El dispositivo se lanzó el 20 de octubre de este año y tardan siete años en llegar a la órbita de Mercurio. El santandereano se incorporó en el 2010 a esta misión y terminó su labor 5 años más tarde, en 2015. Solo en este proceso participaron 300 investigadores. “Uno es parte de un pedacito de las misiones espaciales, estas fácilmente duran entre 15 y 20 años o inclusive, más”, manifiesta este profesor, quien añade “tener el privilegio de ser el único colombiano en participar de la misión”.
También dice que se siente complacido por haber aprendido de científicos como Jean Pierre Bibring (experto en asuntos de exploración del Sistema Solar especialmente sobre el planeta Marte) o Yves Langevin, bisnieto de Pierre y Marie Curie. “Para uno como investigador es algo surrealista, por lo que representa la familia Curie en la historia la ciencia, nada más hay cinco premios Nobel”, relata con admiración este científico.
No buscaba regresar a Colombia, pero tampoco descartaba la idea. En 2015 pasó por la UIS a trabajar como docente de planta y continuó el proceso de investigación.
Cohetes de agua: “Space UIS”
El lanzamiento se ejecutó en la UIS el 2 de noviembre, y tuvo como fecha límite de inscripción el 28 de octubre. “Los cohetes son botellas plásticas de gaseosa
a las que se le ponen unos alerones, se llenan con agua y aire comprimido y una vez se libera el tapón la presión que ejerce el agua permite que el artefacto se
levante”, explica el profesor.
El reto era instalar en los cohetes construidos con sensores electrónicos,cámaras transmisores de radio, durante el vuelo del artefacto, que es de cortos
segundos, y transferir de manera inalámbrica esos datos a un computador. La parte electrónica les era suministrada a los participantes que contaron con 48 horas para realizarlo.
En total participaron 100 personas en la competición y la convocatoria estuvo abierta a los estudiantes de todas las facultades de la UIS; además, un colectivo
de estudiantes pertenecientes a la sede UIS de Barrancabermeja estuvo
presente en el desarrollo de la actividad.
Mientras los cohetes volaban durante ocho segundos, siente satisfacción al ver en sus estudiantes el entusiasmo que tienen frente a la investigación. “Hay algunos muchachos que vienen desde Lebrija y todos los días están puntuales en
la mañana haciendo algo, así sea asear el laboratorio que es el lugar en el que trabajan”.
Como conclusión, considera que estos espacios cultivan el amor por la ciencia y asegura, “es un modelo sencillo, pero matemáticamente se puede llevar a un
sistema más complejo”, y puede ser “el comienzo para soñar más adelante con un laboratorio aeroespacial aquí en Bucaramanga”.
Por Tomás Alejandro Gaviria O.
tgaviria@unab.edu.co