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Suelas de tradición

Si hay una industria tradicional en Bucaramanga es la del calzado. Este oficio, heredado de abuelos a padres y de padres a hijos, hoy se enfrenta a distintos retos para mantener su legado.

“La zapatería es un arte porque es bonito, es manual, se deja trabajar”: César Jiménez. Foto: William Lache

Por: William Camilo Lache Chaparro / wlache@unab.edu.co

Es miércoles, 9 de noviembre de 2022, y cae la tarde en Bucaramanga. El gremio del calzado sabe que debe empezar a prepararse para la temporada de fin de año. En la emisora La Guapachosa suenan canciones navideñas durante todo el día. Cada vez se aproximan las fiestas decembrinas. Los zapateros se encuentran sentados en sus butacos color café, uno de ellos pone una horma a unos tacones de altura 5 ½.

Laura Pedrozo, emplantilladora de profesión, aprendió lo que sabe gracias a las enseñanzas de su madre. Ella resalta que las cualidades de este “arte” es ser transmitido de generación en generación y la pasión de quienes lo ejercen, principalmente por ser una labor artesanal; es decir, que se ejecuta a mano. Desde los 5 años se vio envuelta entre cueros de todos los colores, diversidad de tacones y las empastadas hormas color ladrillo y verde. Mientras habla resana de manera ágil, con la ayuda de pinturas, disolvente y un pincel, unas plataformas azules que están forradas en yute.

Son cerca de las cinco de la tarde y en tanto que la música de Rodolfo Aicardi ambienta la zona de trabajo, César Jiménez, solador, le echa pegante a la plantilla de unos tacones color fucsia con ayuda de un cepillo raído. Este trabajador, quien lleva 15 años en este sector, resalta las oportunidades y calidad de vida que tiene, gracias a su trabajo: “si el lugar donde uno trabaja lo deja trabajar, al zapatero le va muy bien”, afirma.

El salario de cada colaborador depende de su labor semanal. César monta 20 pares al día, es decir 100 a la semana. Mientras, Laura emplantilla entre 30 a 40 al terminar la jornada, para un total de entre 150 a 200 pares al llegar el sábado, cuyo trabajo tiene una mayor dilación debido a la responsabilidad de embellecer el calzado. “Mi misión es hacer que cada zapato, sandalia o tacón salga lo mejor posible para que, especialmente las mujeres, al verlos se enamoren”.

Sin embargo, hay una escasez de zapateros en la ciudad relacionada con la llegada del Covid-19, ya que algunos se vieron obligados a buscar de otra manera el sustento. “Con la pandemia, iniciaron otros negocios, y aunque hoy casi todo se ha normalizado, muchos de ellos ya no están”, comenta Pedrozo.

Para varios zapateros, uno de los factores que más ha incidido en la deserción de la profesión son los cambios en el pago de la mano de obra, pues se ha visto disminuido ante la difícil situación económica que incrementó los precios de los materiales e insumos. “Antes se ganaba lo que era. Se hacía uno en una semana 500, 600 y hasta 700 mil pesos. Ahora uno gana entre 300 y 400 mil”, agrega.

A pesar de esta realidad, esta profesión le ha permitido a Bucaramanga considerarse como una de las principales ciudades de tendencia y moda en el país. Tal y como sostiene Laura, la zapatería es “un oficio de amor”, que ha sido la vida y sustento de miles de santandereanos.

Universidad Autónoma de Bucaramanga