Por Jesús Andrés Núñez Parada
jnunez701@unab.edu.co
Cada día, cerca de 31 mil artesanos en Colombia tienden sus puestos de trabajo sobre los andenes, según el registro del Sistema de Información Estadístico de la Actividad Artesanal (Sieaa). Actualmente, aún con una pandemia, que no solo amenaza con enfermarlos, sino con obligarlos a permanecer en sus casas nuevamente, este sector comercial lucha también contra las condiciones precarias existentes desde mucho antes.
De acuerdo con el Sieaa en Santander este oficio es practicado por 970 personas, quienes aprovechan el gran flujo de turistas que hay en municipios como San Gil. Sin embargo, los parques de Bucaramanga también se han convertido en las más importantes plazas para su labor. Siendo el arte, la principal fuente de trabajo para el 57 % de ellos.
Un oficio empírico
Las artesanías en Colombia han sido producto de una tradición cultural, aprendida por estas personas de la manera más práctica: “Viendo y haciendo”, afirma Juan Carlos Cristancho, quien se ha dedicado a la artesanía por más de 15 años. Esto es respaldado por las cifras del Sieaa, pues según sus datos, el 43,6 % de los artesanos registrados aprendió a desarrollar su oficio mediante saberes transmitidos en la familia, mientras que un 12,7 % adquirieron este conocimiento por su interacción con otros artesanos.
Cristancho afirma que desde su época de estudiante sentía atracción por esta práctica y el estilo de vida que llevaban quienes se dedicaban a esto: “Lo desarrollé porque me gusta viajar, y esto me lo permite”. Menciona que trabajando como artesano ha tenido la oportunidad de conocer otros países, como Perú, Ecuador y Brasil, por lo cual se siente satisfecho con su oficio.

Liliana Barragán Arias lleva 33 años dedicados a esta tarea, junto a su esposo, James Arias, quien desde antes de conocerla ya vivía de este arte. “Lo conocí en la playa, me enamoré y me fui a vivir con él, y ahí fue el despertar del arte que Dios me regaló”, destaca Barragán, quien considera que desde niña le apasionaba el diseño, pero no fue sino hasta terminar el colegio que se decidió a desarrollar lo que define como “un don otorgado por Dios”.
A partir de ese momento descubrió su vocación, por lo que decidió dejar a un lado sus estudios en Ingeniería Electrónica y dedicarse plenamente a aquello que la apasionaba. Hoy en día, desde su puesto de trabajo, ubicado junto al centro comercial Cinemas Cabecera, tiene plena certeza de que tomó la decisión correcta. “Amo lo que hago, me fascina compartir con la gente que pasa, disfruto la máxima creación de Dios que es el ser humano”, afirma “Lili”, como es conocida en el sector.
Arte para liberarse
Sus tiendas ambulantes les otorgan la libertad de no aferrarse a un lugar para ejercer su oficio. De igual manera, les permite decidir el tiempo que desean dedicar al trabajo, y son precisamente estas razones las que les reafirman cada día, su deseo de continuar en esto. Raúl García, artesano de 60 años, menciona que, a través de las artesanías, ha encontrado un “espíritu libertario”, permitiéndole “viajar de un lugar a otro y ganar dinero desde cualquier lado”.
Sin embargo, es consciente de que esto tiene un límite: “Es una libertad mínima, porque seguimos pagando servicios, hospedajes, somos esclavos de las obligaciones, pero es una forma más independiente de coexistir”. Estas obligaciones fueron las que le causaron gran preocupación desde el momento en que se inició la cuarentena, tanto para él, como al 37 % de artesanos que se consideran en condición de vulnerabilidad, según un estudio realizado por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, junto al Sieaa.
Crisis por la cuarentena
Con el inicio de la cuarentena y las medidas de aislamiento, las calles se desocuparon. Los artesanos, quienes vivían de lo que compraba el transeúnte, el turista, el estudiante, se vieron fuertemente afectados. Tanto así, que a través de una estrategia que buscaba ayudar al sector artesanal en el país, la sociedad económica “Artesanías de Colombia”, identificó más de 2.200 grupos que se dedicaban a esto y que requerían ayuda inmediata.
Sin embargo, estas cifras difícilmente tendrían en cuenta a la totalidad de personas que trabajan de esta manera, por lo que las ayudas no podrían llegar a muchos. Ronald Blanco, quien lleva 15 años dedicado a esta actividad, se encontraba en Cali cuando iniciaron las medidas preventivas en el país. Las necesidades lo llevaron a querer regresar a Bucaramanga, con el agravante de que en ese momento no había transporte para volver.

“Hace dos meses llegué de Cali, me vine caminando. Pasé 26 días caminando, durmiendo en la calle, como un indigente”, destaca Blanco. Atravesó cerca de 770 kilómetros, para poder llegar a Bucaramanga, en busca de solventar la crisis que le estaba generando la cuarentena. Añade que tan pronto llegó a la ciudad, ubicó su “tienda” en el parque San Pío.
A pesar de que desde septiembre se inició la reactivación económica, las ventas continúan siendo pocas para estas personas, pero mantienen la esperanza de que sus situaciones mejoren. “Esperaré a que todo esto pase, pienso viajar el otro año, aprender más, y disfrutar de esto, que uno no se lleva nada”, manifiesta Blanco, uno de los tantos que ha encontrado en las artesanías, no solo su mayor fuente de ingresos, sino también, una orientación a su vida.