El pasado miércoles, 8 de mayo, la editorial de la Universidad Industrial de Santander lanzó la primera obra cuentística del santanderano Juandiego Serrano: Toda esa suciedad. Con ocho cuentos inéditos, este joven escritor ha decidido mostrar su talento y dar sus primeros pasos en el mundo de la ficción. Y es que como nos enseñó Simone de Beauvoir: “escribir es un oficio que se aprende escribiendo”.
Como en cualquier libro de cuentos, en sus páginas hallamos relatos que asombran, relatos que nos desbordan y algunos que no logran atraparnos. Sentimos que unas historias nos sustraen del mundo real y nos llevan, dócil y certeramente, por mundos paralelos. Mundos en los cuales los detalles cotidianos adquieren un desconocido valor. Los objetos y los lugares se descubren como parte sustancial de las vidas de los personajes. Un casete, una guitarra, un libro o una pirinola se convierten en indicios de un recuerdo taciturno, de un pasado entrañable y candoroso.
En tanto la lectura nos arropa con su manto soñador, asistimos a situaciones inesperadas, a veces colmadas de un humor crudo, a veces capaces de hacernos liberar un suspiro melancólico. Por supuesto, también hay páginas que nos dejan a la deriva, un poco extraviados y al mismo tiempo incrédulos; pero, afortunadamente, son tan pocas que al avanzar con el siguiente relato esta incertidumbre se termina.
En cuanto a los personajes, estos permanecen en una constante búsqueda; van por el mundo con la esperanza de encontrar algo: el amor, el olvido, ser escuchados, la inspiración o la compañía. Casi todos son seres solitarios que yacen entre la vacilación y la decepción. Nos hallamos con mujeres que añoran amores imposibles, con jóvenes que descubren compañía en los tarros de basura, con escritores que fracasan una y otra vez mientras la vida les demuestra que es mejor cambiar de profesión.
Con el mismo ritmo de una música desafiante y vertiginosa, la lectura es inteligible. La fluidez narrativa es de las mejores habilidades del joven escritor. La lectura fluye como fluye la música que nos gusta, la música que nos custodia en momentos de aburrimiento y desazón. Avanzamos sin darnos cuenta; leemos, olvidando que somos lectores y que el narrador se divierte con nuestro tiempo y nuestra imaginación. Sin siquiera notarlo ya hemos disfrutado de cuentos como “Míster cuquita”, “Unión libre” y “Känsliheten”. Sin siquiera notarlo, somos el personaje que se oculta frente a las páginas, el que observa con un silencio placentero, el que ha sido sorprendido por una historia.
Héctor Abad Faciolince tiene una teoría al respecto de las óperas primas de los escritores. Según el creador de Angosta y de El olvido que seremos, los nóveles escritores aparecen puros, sin dobleces y sin máscaras en sus historias. Por eso, con el paso del tiempo la gran mayoría reniega o niega la creación de estas primeras ficciones. En ellas, se exponen más allá de lo que hubieran deseado.
En este sentido, una ópera prima como Toda esa suciedad nos presenta a un narrador que tiene la capacidad de contarnos sin tapujos el mundo que lo rodea: un edificio, un cuarto de motel, un taxi, una casa, una cama. Mientras leemos cada uno de los ocho cuentos, la vida nos parece cómicamente absurda, cotidianamente nueva.
Así que, enhorabuena por el primer libro de cuentos de Juandiego Serrano. Enhorabuena por sus lectores, por los que ahora mismo lo son y por los que vendrán.
Por Julián Mauricio Pérez G.