Por Gino Cianci de León / gcianci@unab.edu.co
Al entrar al mercado campesino podrá observar el contraste de colores en cada puesto del mercado y dejarse cautivar; además, por los olores y sabores que despiertan el apetito, así como las ganas de disfrutar una bebida tradicional mientras se hace el recorrido y se escogen las frutas, carnes, verduras y embutidos que no faltan en la canasta familiar.
Y es que no es necesario estar sediento para desear beber algo delicioso. Solo basta con recibir ciertos aromas que terminan abriendo el camino a tres puntos específicos dentro de este mercado: el puesto de Malvina, quien elabora el masato y la chicha, o el puesto de Miriam, en donde se ofertan los vinos de agraz, naranja y mora. Y, por último, la venta de Isolina, quien también ofrece el trago típico mexicano con sabor a piña.
Donde Miriam
Una vez en el puesto de Miriam Consuelo Portilla Tarazona, se tendrá la oportunidad de conocer a esta trabajadora de 31 años de edad, oriunda del municipio de Charta, quien junto con su pareja ofertan además los vinos, verduras y productos procesados bocadillo, panelitas, yogurt, y arequipe-. Sin embargo, los vinos frutales son su producto estrella: “Hacemos vino de naranja, vino de mora, y el vino de agraz”, que según ella, “cada uno tiene su toque especial”.
Hace tres años fue que surgió este emprendimiento debido a la cosecha de frutos que se encontraban en el pueblo de Miriam. “Se perdía la fruta por la abundancia de las cosechas. Por ejemplo, la mora (el primer fruto con el que trabajó) era un producto que un día valía 200 pesos, entonces el productor ya no daba ni siquiera 300 pesos por la libra”, recuerda.
“Surgió la idea y dijimos “procesémoslo, hagamos vino de mora a ver que pasa”, pero no dejemos perder la fruta”, y tiempo después apareció la idea de trabajar con la naranja, y el agraz, cuyo cultivo es próspero en Charta.
El proceso de producir estos vinos consta de tres pasos: recolección y molido, endulzado, y añejamiento, y, aunque estas tres bebidas tienen sus particularidades, como ella comenta, “aquí hay para todos los gustos”. Lo cierto es que el vino de agraz es el más solicitado, pero su producción es más baja y costosa, debido a que el cultivo de esta fruta se da durante ciertas épocas. Aún así, esto no significa que el de naranja o mora sean menos exquisitos. Las ventas durante la cuarentena fueron suficientes. “La presentación que ofrezco es botellita de 220 mililitros, por 10 mil pesos. La de 365 mililitros la vendo en 20 mil pesos, y el litro que trae 750 mililitros a 35 a 40 mil pesos”, explica la vendedora.
Malvina, el masato y la chicha de corozo
La segunda parada recomendada de este recorrido es en el puesto de Malvina Reyes Rodríguez, de 77 años de edad, proveniente de Nariño, que se reconoce por su cabellera blanca. Según cuenta, completa 35 años de labores en este
mercado campesino. Junto a su esposo, son reconocidos por la venta de panela, pero son la chicha de corozo y el masato los productos que ‘brillan’ en su puesto.
La primera es una bebida fermentada a base de esta fruta. Reyes comenta que, “para hacer la chicha, primero se cocinan los corozos y se descascaran, luego se rebanan, se muelen y se cuelan. Esa es la chicha, y se le echa panela”. Al beberla usted podrá percibir los toques ácidos producto de la fermentación de la fruta, que se mezclan con lo dulce de la panela.
La segunda es el tradicional masato de arroz, que también es fermentado y con toques dulces. “Para el masato se cocina el arroz, se deja enfriar y luego se licúa. También se hierve el clavo y la canela, todo se vuelve a licuar y a pasar por el colador. Se deja reposar un día o dos”, de acuerdo a sus recomendaciones. Tanto el masato como la chicha, tienen cierto porcentaje de alcohol debido a la fermentación, pero no son iguales a una bebida alcohólica.
“Busco complacer al cliente, atenderlo bien, y darle buenos precios”, dice esta mujer pastusa, pero de alma santandereana, que oferta estas bebidas a mil pesos el vaso.
Tequila con piña de Lebrija

Isolina Niño Calderón cuenta que su emprendimiento completa dos años, y la idea es expandirlo al área metropolitana de Bucaramanga para ayudar a más mujeres campesinas que se dedican a la fabricación del tequila a base de piña. /FOTO JUAN CAMILO RODRÍGUEZ
Isolina Niño Calderón (57 años de edad) elabora esta bebida. Su puesto de venta se ubica diagonal al de Miriam Portilla. Si por alguna razón no logra encontrar el puesto de Isolina o con los ya recomendados, no se preocupe. Cualquier persona del mercado puede llevarlo y presentarle a estas mujeres.
Esta mujer proviene de la vereda El Salado, en Lebrija, Santander. Trabaja en Asomercade desde hace 10 años, y uno de sus productos insignia es el tequila de piña, aunque no siempre fue así. “Empezamos con la venta de frutas, llevábamos de la finca.
Al comienzo fue difícil porque no había clientela, y entonces empezamos a sembrar un producto que se llamaba flor de Jamaica, con ese producto fue que me di a conocer en la plaza”, como lo recuerda.
La piña oro miel que se cultiva en ese municipio es hoy por hoy su producto estrella, y es con este que elabora el tequila: “Pensamos en darle un valor agregado a la piña, y descubrimos que podíamos sacar el tequila, ya que esto es un producto natural, y mejora el precio de venta de esta fruta”.
Junto a su familia ya llevan un poco más de dos años con este emprendimiento. “En enero del 2021 cumplimos dos años de haber iniciado el proceso, y lo estamos vendiendo semanalmente en diferentes puntos de Lebrija y Bucaramanga. Se está dando a conocer y la idea es que nos apoyen y también apoyen a otras mujeres campesinas”, comenta Calderón.