A los catorce años el bumangués Pedro Alberto Zambrano ya sabía lo que quería hacer el resto de su vida. A pesar de los disgustos de sus padres se escapaba de su casa para ir a colarse al circo Negrin Hermanos, un espectáculo de Venezuela. Allí descubrió que “lo máximo que puede haber en la vida es un payaso, porque uno va a hacer feliz a la gente.” En 1950, sin saber absolutamente nada del espectáculo circense, Zambrano decidió irse con el circo, debido a los constantes castigos de su madre que en varias ocasiones incluyeron la correccional. Ahora a sus 86 años todavía ríe con mucha energía y sin importar el paso del tiempo se mantiene activo en la escena artística.
Al principio solo vendía chicles o ayudaba detrás del telón, pero su entusiasmo y fiebre de circo, como menciona él, lo motivaron a presentar su propio y primer espectáculo de trapecio, en 1954. Sin embargo, siempre admiró a los payasos, así que sus compañeros le enseñaron a maquillarse y le ayudaron a escoger un traje (estilo que conserva sagradamente).
Al preguntarle qué tenía en la cabeza, él respondió un ‘Tongorito’ (sombrero de copa), nombre artístico con el cual aún las personas lo reconocen por las calles del barrio Santa Cruz en Girón, Santander, donde vive con su familia.
Al contar sus historias ‘Tongorito’ las revive remedando voces, variando gestos, sus ojos muy abiertos parece que saltan de un escenario a otro, la magia del circo brota solo con su presencia. Viajó por Suramérica, pero recuerda con cariño a Ecuador, Chile y Perú. “El payaso debe sentir el amor de la gente en cualquier lugar en el que se encuentre”, opina ‘Tongorito’. Además, estuvo con los circos Egred, Nueva Ola Circus, Royal Dumbar e Internacional.
El burro gracioso e inteligente
‘Toribio’ no solo fue un burro, fue su compañero de espectáculo por 15 años. “Todo animal tiene su parte inteligente”, menciona ‘Tongorito’, que le enseñó a sumar, restar, bailar, dar besos, hacerse el muerto y creerse toro. ‘Toribio’ respondía golpeando la pata contra el piso, le seguía el juego, tiraba patadas y solo se dejaba tocar de él. “A ver ‘Toribio’, salga, concéntrese y adéntrese, búsqueme dentro del circo la persona que no pagó la entrada, -él salía daba la vuelta, y a la persona que veía comiendo, a ese iba y le caía”, cuenta ‘Tongorito’.
Así conoció al amor de su vida, su mejor presentadora y actual compañera, Lydia Mery Rodríguez. Ella, con la misma picardía con la que lo hiciera en su juventud, cuenta como sin importar las represalias de su conservadora familia. También escapó de su casa en Bogotá para seguir la fantasía del circo junto a Pedro, como su animadora. Ahora llevan 52 años de casados, se ayudan mutuamente para subir o bajar escaleras y mantienen vivo el amor que comenzó por medio de cartas.
El legado de los ‘Tongorines’
Pedro y Lydia son el principio de dos generaciones de artistas circenses y payasos. Sus hijos ‘Los Tongorines’ son Peter (‘Pitin’), Milton (‘Tongorin’), Mauricio (‘Pulgarcito’) y Johnson Hernán (‘Regalito’), quien hace tres años murió aplastado debido al desplome de una grúa en la construcción del centro empresarial Green Gold, en la Avenida La Rosita con carrera 27 de Bucaramanga. Con su padre y por su cuenta continúan dando espectáculos que incluyen magia, malabares y teatro. Además, su hijo mayor Henry está en Alemania como acróbata, al igual que Augusto, que se encuentra en Inglaterra.
A pesar de los momentos amargos, con la mejor actitud el espectáculo continúa y ahora al show de Los Tongorines se sumaron los nietos y bisnietos de Pedro y Lydia. “para mí, mi abuelo es el artista más grande y lo admiro mucho”, menciona Magaly Zambrano, nieta y actual animadora de ‘Tongorito’. También sus nietos, Lenin Zambrano y Jordi Zambrano, hacen parte de la presentación.
‘Tongorito’ ahora vive del perifoneo. Con cada uno de sus 12 trajes y el maquillaje que él mismo prepara, recorre la ciudad montado en un cicla que mide 2,20 metros y con él encima más de tres metros. La tiene hace 42 años y es la que ahora le permite traer el sustento para su familia junto con las presentaciones que le salen.
Por Luz A. Bravo Bautista
lbravo240@unab.edu.co