Por María Paula Barreto Durán
mbarreto129@unab.edu.co
Para marzo de 2020, en la mayoría de los países del mundo, las noticias sobre la covid-19 ocupaban las portadas de los medios de comunicación. Miles de colombianos en el exterior iniciaron la búsqueda de un tiquete de regreso. Todos, aunque con historias diferentes, estaban unidos por un deseo en común: volver a casa.
Las alarmas en el país se encendieron el 17 de marzo cuando el presidente Iván Duque Márquez, mediante el decreto 417, declaró Estado de Emergencia Económica, Social y Ecológica en todo el territorio nacional. Tres días después, por medio del decreto 439, se suspendió el ingreso por vía aérea de pasajeros procedentes del exterior. La medida alertó a quienes deseaban volver, pues desde ese momento, la única manera de regresar sería a través de vuelos de carácter humanitario.
Tres santandereanos en el exterior
La pandemia sorprendió a Carolina Moreno Kopp en Wisconsin, Estados Unidos, mientras se encontraba en plan de turismo. La arquitecta, de 26 años, apenas llevaba un mes en ese país cuando el virus comenzó a recorrer el mundo y tuvo que replantear su estadía.
“Al principio no estaba segura de aplicar a un vuelo, me interesaba seguir realizando mis planes, pensaba que la pandemia se controlaría en poco tiempo. Después vi cómo estaba avanzando en Colombia y me preocupé por mi familia”, recuerda Carolina. Por ello, a finales de mayo se contactó con el consulado de Colombia en Chicago, el más cercano al estado de Wisconsin, y solicitó su regreso.
Al otro lado del océano Atlántico, en Lund, Suecia, se encontraba otro santandereano. El abogado Álvaro Fabián Carreño Ordóñez, de 32 años, quien llegó a Suecia en el 2018 para realizar una maestría en Ciencias Sociales en Lund University. Pese a que sus estudios finalizaban en junio, realizó su solitud de retorno a principios de abril, en vista de que la situación empeoraba cada semana. Sin embargo, fue hasta junio que pudo acceder a un cupo.
En el hemisferio sur, a 4.336,84 kilómetros de distancia, se encontraba Margarita Rodríguez Machado. La estudiante emigró en el 2019, a sus 19 años, para estudiar Medicina en la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. A raíz de la emergencia de salud pública, para Margarita la mejor decisión era regresar con su familia, de lo contrario, tendría que seguir aislada en su apartamento asistiendo a clases virtuales.
Volar en tiempos de covid-19
La repatriación de connacionales está coordinada por la embajada o a través del consulado colombiano del país de origen del vuelo. Para solicitar un cupo, se debe ingresar a la página web de la Cancillería de Colombia y llenar un formulario en el que se confirme su identidad, nacionalidad, pasaporte y la razón del retorno. El trámite puede tomar un par de días o semanas, depende de su nivel de prioridad.
“Llené el formulario y quedé en lista de espera. Le dieron prioridad a personas que estaban de viaje y quedaron atrapados, menores de edad, adultos mayores y mujeres embarazadas”, señala Margarita.
Según cifras del Ministerio de Relaciones Exteriores, para 2019 la población de colombianos fuera del país era 4,7 millones. Frente a la situación del virus, cada día aumentaban las solicitudes de retorno, lo que disminuía las posibilidades de acceder a un vuelo. Pese a ello, los tres santandereanos obtuvieron cupo para viajar en junio.
Siguiente destino: Bogotá
La primera en regresar fue Carolina, quien viajó desde Chicago el 6 de junio. A las 5:30 am, en compañía de un par de amigos, salió desde Wisconsin hacia la Ciudad de los vientos. Después de tres horas de trayecto, llegó al Aeropuerto Internacional O’Hare.
“Cuando llegué vi una fila gigantísima y supe que ahí era el vuelo, entonces me despedí de mis amigos, ingresé a la sala y esperé a que fueran las 11 am”, recuerda Moreno Kopp.

Claudia López, la alcaldesa de Bogotá, afirmó que desde septiembre se iniciará el proceso de reactivación de vuelos nacionales desde Bogotá, lo que implicará la apertura de 15 rutas a diferentes ciudades. / FOTO SUMINISTRADA MARGARITA RODRÍGUEZ
Después de una hora de retraso, finalmente comenzó el abordaje. Mientras esperaba en la fila le tomaron la temperatura y el personal de la embajada le dio un morral con un antibacterial, guantes, tapabocas y una barra energética. Ingresó al avión junto a 300 personas aproximadamente. Solo había un requisito indispensable: usar tapabocas. La aeronave arrancó, hicieron escala rápida en Orlando y salió con destino a Bogotá. Aterrizaron alrededor de las 11:30 pm.
“Luego de bajar del avión, nos llevaron a una sala y nos sentaron en unas sillas de plástico, cada una separada a dos metros de la otra, nos tomaron la temperatura, confirmaron datos, solicitaron un contacto de emergencia y preguntaron dónde nos íbamos a quedar. En mi caso, reservé un apartamento donde hice la cuarentena preventiva. Antes de salir, personal del área de salud y de la policía me dieron una charla acerca de los protocolos a seguir durante los próximos 15 días”, explica Carolina.

“Cuando hicimos el proceso de inmigración, ya en el aeropuerto El Dorado, nos organizaron en las sillas a dos metros de distancia, nos pidieron los formularios que habíamos llenado por internet y nos iban llamando por orden de llegada para agilizar”, comenta Margarita Rodríguez. / FOTO SUMINISTRADA MARGARITA RODRIGUEZ
El regreso de Álvaro Fabián fue similar. Salió de Lund hacia Viena (Austria) el 15 de junio. Tres días después, en un Boeing 787, llegó a Bogotá tras 10 horas y 50 minutos de vuelo.
“Antes de aterrizar, el personal de la aerolínea comenzó a bailar y a cantar música colombiana, sacaron una bandera y lo filmaron”, comenta el abogado. En medio de la incertidumbre, regresar a Colombia brindaba tranquilidad.
“Estando ya en Bogotá me sentí en casa y noté de golpe la diferencia cultural; por ejemplo, en la sala de inmigración también estaban poniendo música colombiana: vallenatos, cumbias. Era muy chistoso ese recibimiento, como diciendo: ¡bienvenidos a su país!, algo muy diferente a lo que se vive en Europa”, resalta Carreño Ordóñez.
Margarita fue la última en retornar. En la mañana del 22 de junio, a las 8:00 am, tomó un taxi hacia el aeropuerto Ezeiza, de Buenos Aires. Ingresó sin complicaciones a las 10:00 am. Le tomaron el equipaje, le entregaron el pasabordo, se dirigió a migración y luego a la sala de espera. Una vez allí, luego de siete horas, una azafata la llamó, le entregó antibacterial, revisó sus documentos y entró al avión.
“En el aeropuerto el protocolo de bioseguridad fue básico. No había personal de la embajada ni del consulado, solo estaba el personal del aeropuerto organizando a los colombianos”, dice Rodríguez Machado.
La travesía terminó para todos. Cientos de personajes desconocidos, dentro del mismo avión, compartieron la alegría de retornar al país. A pesar de dejar atrás sueños, trabajos y estudios, la felicidad de pisar suelo colombiano de nuevo era innegable. Por fin podrían resguardarse junto a sus familiares.