El perro guía ofrece dos cosas importantes. Primero, independencia, pues con ellos puedo moverme de una manera que jamás imaginé. Segundo, sube la autoestima. Cuando a uno lo ven con un bastón, lo primero que piensa la gente es “pobrecito, es cieguito”, en cambio con las perras todos tienen que ver y les parece algo muy bonito”, comenta Camilo Ernesto Galvis Restrepo, quien vive en Bucaramanga y comenzó a perder la vista desde los 15 años, hoy tiene 32 y solo ve algunas sombras.
Pero no todas las personas ciegas anhelan tener un perro guía. Algunas, al entender la responsabilidad que implica cuidar a un animal, tanto monetaria como afectivamente, pre eren continuar con el bastón. Es por esto que algunos no están de acuerdo, “sé que es un derecho adquirido, pero considero que es una esclavitud tanto para el perro como para el humano. Se crea una dependencia y cuando les haga falta ¿qué van a hacer?, hasta olvidan el uso del bastón”, dice Hernán Gómez Quesada, persona con baja visión y director de la Escuela Taller para Ciegos (Etaci) en la ciudad.
Colombia, cuna de perros guía
En 2000, Juan Carlos Guerrero, con el patrocinio de una familia de Bogotá – ciudad donde está la sede – creó la Fundación Colombiana para el Perro Guía Visnhú del Cyprés, una institución sin ánimo de lucro que cría perras (solo entrenan hembras porque son me- nos territoriales que los machos) labradoras y golden retrievers, y posteriormente las dona a sus beneficiarios. A los seis meses de edad inician el entrenamiento cuando cumplen dos años, deben estar listas para el acoplamiento.
Vishnú del Cyprés es la única fundación de este tipo en Suramérica. El proceso para solicitar un ejemplar es demorado y analítico. Inicialmente la persona con discapacidad visual, interesada, debe llenar un formulario. Al finalizar la inscripción, entra a una lista de espera para ser beneficiado. Manejan alrededor de 500 solicitudes anuales, entregan 16 perros guía al año.
“Este proceso requiere un estudio socioeconómico, no somos excluyentes, pero el cuidado de un perro guía requiere dinero para alimentación, aseo y desplazamientos”, afirma Guerrero, quien reconoce que además de analizar las capacidades monetarias, evalúan el verdadero interés del usuario, pues “un perro es una responsabilidad, se convierte casi en un hijo, la idea no es realizar el acoplamiento y que después haya maltrato animal por abandono o por cualquier otra eventualidad”.
Una vez resulta beneficiado, debe viajar a Bogotá para que, durante un mes, se realice el acoplamiento entre perra guía y usuario. Después viajan con el adiestrador a la ciudad de domicilio de la persona ciega, y en tres días culminan el entrenamiento para que se conviertan en un “binomio”, como ellos lo llaman. Estos gastos los cubre el interesado en la donación. El lazarillo se convierte en una ayuda viva (término legal para animales de asistencia).
El primer perro guía en Bucaramanga
Hernán Andrés Villegas Ángel, un trabajador social caleño con discapacidad visual, aplicó para ser beneficiado por la fundación Vishnú del Cyprés. En octubre de 2005 recibió a Offir, una labradora negra, “yo no me proyectaba mucho, pero al tener un perro guía descubrí que había un mundo más allá de las puertas de mi casa”, afirma. Pocos años después, su nueva ayuda viva se convertiría en la imagen de una campaña para inclusión de todo tipo de discapacidades en Bucaramanga.
Junto con la fundación Unicornio, que tiene como misión defender los derechos de las personas con discapacidades, Villegas llegó en enero de 2007 a Bucaramanga para realizar charlas, capacitaciones y talleres de sensibilización y educación.

Villegas se convirtió en la primera persona en vivir en Bucaramanga con un perro guía. “Fue complicado, no había nada de conocimiento del tema, los taxis, buses y establecimientos ponían mucho problema para acceder a sus servicios”, comenta.
Durante dos años, volvió a Cali en enero de 2009, tuvo que educar e informar a la ciudadanía en general que la ley lo amparaba y que era un derecho suyo el acceder a los diferentes servicios con su perro guía. “No les interesaba ni prestarle atención al carné que cargaba conmigo”, dice Villegas.
Todo usuario de perros guía debe cargar consigo un carné que identifica tanto al perro como al usuario. Es un deber de ellos mostrarlo cuando les sea solicitado y es un derecho de cualquier persona pedirlo. “El tema clave es cultura ciudadana, dejar de pensar que la culpa es del otro y prestar atención a las necesidades de los demás”, afirma.

Los perros guía pueden des- empeñar sus funciones hasta por diez años. Una vez cumplido este tiempo, se jubilan. Hace tres años y medio, Offir se jubiló y Hernán Villegas, motivado por la experiencia anterior, aplicó nuevamente para crear un nuevo binomio. Después del respectivo proceso, se acopló con Dritta.
Panorama actual
Walter Favián Rueda Silva recuerda con precisión el 1 de septiembre de 2004, ese día amaneció pero todo era negro para él, sus ojos sufrieron desprendimiento de retina y perdió la vista. Hoy tiene 29 años.
Por la escuela taller conoció a Villegas y descubrió que era posible tener un perro guía, de inmediato quiso aplicar para con- seguir uno. Su nombre estuvo en la lista de espera durante un año. El 17 de octubre de 2011, conoció a Matilda, una labradora, su compañera hasta el 9 de febrero de 2015, que murió por cáncer. Casi un año después fue capaz de superarlo y aplicó para una nueva perra guía, se acopló con Kira. Periódico 15 le pidió a Rueda que evaluara de 1 a 10 la cultura ciudadana bumanguesa frente a los perros guía y la calificó con 8.

Javier Ramón Rondón Álvarez nació sin la capacidad de ver. Supo de los perros guía también por Villegas. Su tiempo de espera fue mayor, tuvo que persistir casi cuatro años para recibir una perra guía. Lleva poco más de dos años con Perla.
Su lucha ha sido con los transeúntes, “el desconocimiento los lleva a acariciar a la perrita cuando no lo deben hacer, a llamarla, hablarle o entrometerse en aspectos que ni conocen, como que porqué jadea tanto”, comenta Rondón y pide que tengan más discreción con estos animales.
“Hay que ser consecuente, hay partes donde uno no debe entrar, plazas de comida o sitios donde los pelos puedan representar problemas. Debemos ceder hasta cierto punto”, dice Rondón y califica a la ciudad con 1 en la escala de 10 ante la cultura ciudadana, pues ha tenido muchos percances con la gente y considera que hace falta educación.

Camilo Ernesto Galvis Restrepo, estudiante de décimo semestre de Derecho en la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga (UPB), conoció a Walter Rueda por Etaci y quiso aplicar para una perra guía. Su compañero lo apadrinó y recomendó en Vishnú. Hace un año se acopló con Loira.
“Nosotros tenemos el deber de mantener a las perritas limpias. Así como exigimos también debemos responder como ciudadanos”, comenta Galvis. Los retos frente a la cultura ciudadana son los mismos, pero pese a los problemas, también calificó a la ciudad con un puntaje de 8 sobre 10.

Hay leyes que contemplan la protección de los derechos de los usuarios de perros guía. La más reciente es la incluida en el Código Nacional de Policía de Colombia, en el Capítulo 3, Artículo 124, punto 2, en el cual se sanciona con una multa tipo 2 (aproximadamente 196.720 pesos colombianos), al impedir el ingreso o permanencia de perros lazarillos que, como guías, acompañen a su propietario o tenedor, en lugares públicos, abiertos al público, sistemas de transporte masivo, colectivo o individual o en edificaciones públicas o privadas.
Por Felipe Arenas Gallo
farenas828@unab.edu.co