El 90 % de las yerbas vendidas en la Plaza de Mercado Guarín son eucalipto y manzanilla. / FOTO JUAN GUILLERMO NEIRA LOAIZA

Sin que el sol haya salido, los vendedores de plaza comienzan su día laboral mercando en la Central de Abastos, Centroabastos. A las 2 de la mañana están seleccionando verduras, frutas y yerbas para proveer sus puestos en las plazas de mercado.

Luego deben desplazarse a la plaza a descargar la mercancía. El oficio tiene exigencias físicas y cognitivas, más las regulaciones gubernamentales que se requieren. Vender mercado en una plaza no discrimina género, tanto mujeres como hombres adultos pueden trabajar, así como Ayde Rocío Portilla, Ana Julia Ortiz e Isabel Castellanos lo hacen en la Plaza de Mercado Guarín de Bucaramanga, de 6 de la mañana hasta las 2 de la tarde, de lunes a domingo, con una trayectoria de cinco hasta 32 años en el oficio.

A las 6 de la mañana: Picado de verduras

De 35 años, Ayde Rocío Portilla lleva cinco como vendedora en el puesto número 30, que recibió de su abuela. Promociona dos picados de verduras, uno con habichuela, zanahoria y alverja, y el otro con brócoli, coliflor, rama de apio, pimentón y calabacín, la media libra cuesta mil pesos.

Su especialidad es picar la verdura para empacarla luego en bolsas. Todo esto lo debe hacer con cuidado, pues para vender alimentos debe cumplir con requisitos de salubridad que el gobierno solicita según la Resolución 2674 de 2013 y la Ley 9 de 1979.

“Para ejercer nos exigen el carné de manipulación de alimentos, tapabocas, delantal y gorro para el cabello. Es muy delicado manejar alimentos. El permiso lo obtenemos en las brigadas de salud cuando nos califican que todo el puesto esté limpio, que los cuchillos y platones estén desinfectados, y que la basura esté recogida y aislada. También nos hacemos pruebas médicas y nos capacitamos”, señala Portilla.

En su puesto de 1,50 metros cuadrados, con rejas metálicas como paredes y techo, y con un mesón de porcelana como mostrador, pica y pica sin descanso la colorida verdura para que siempre haya un paquete fresco para los clientes.

“Es importante que la sociedad valore la labor de ser vendedor. Es un trabajo honrado, por el cual nos preparamos, así como el de los campesinos a los que les compramos. Merecemos ser bien remunerados, con dignidad porque trabajamos correctamente y con gusto”, dice Portilla, sobre la importancia de valorar su trabajo y el imaginario del vendedor, mientras escucha Radio Uno en un pequeño transmisor que tiene colgado en una de las rejas de su puesto.

A las 8 de la mañana: Yerbas

Vendiendo manojos de yerbabuena, menta, romero, manzanilla, caléndula, eucalipto, botellas de miel y pencas de sábila, entre otras yerbas y especias, Isabel Castellanos Ayala de 61 años de edad, trabaja hace 15 en el puesto número 113, que heredó de su madre. No es médica, ‘culebrera’, ni experta, pero reconoce el poder de las yerbas que recomienda para sanar algunos dolores, este conocimiento lo ha obtenido de la práctica.

Sus clientes normalmente llegan con desesperación por sus dolencias en busca de un consejo, a los cuales atiende con respeto, delicadeza y perspicacia porque según dice, eso es lo que los encanta para que vuelvan a comprarle. “Al ser honestos y serviciales uno ayuda al cliente, uno se conecta con ellos y por eso vuelven. Por gratitud. Diría que todos los vendedores hacemos eso y lo hacemos con gusto. Pero la mujer resalta porque siente una preocupación real, quizá por lo sentimentales que somos”.

“Me gusta vender verduras, las que no
tengo en el momento se las consigo
al cliente. Siempre tengo disposición y
gusto por mi trabajo”, afirma Ana Julia
Ortiz, vendedora de verduras en la Plaza
de Mercado Guarín. / FOTO JUAN
GUILLERMO NEIRA LOAIZA

El 80 % de comerciantes en una plaza de mercado son hombres, aun así, las mujeres sobresalen en el nivel de ventas, debido a su actitud. Al momento de representar al gremio se presenta un compañerismo notable.

En octubre de 2017, la Secretaria de Infraestructura de Bucaramanga realizó la reapertura de la antigua Casa de Mercado San Mateo, ubicada en el centro de la ciudad, que se mantuvo cerrada por 38 años, con el ánimo de ser patrimonio cultural. Estos actos motivan a los vendedores como Castellanos para que la costumbre de mercar en plaza se mantenga y se realice con orgullo. “Se entrega de mano a mano comida fresca, buena y con precios cómodos. El cliente tiene la libertad de escoger. Comprar en el puesto que quiera, donde mejor le convenga. Y uno como vendedor se preocupa por satisfacerlo. Eso no se encuentra en otros lados”, comenta.

A las 10 de la mañana: Verduras y frutas

En el puesto número 41, con 32 años vendiendo verduras y frutas, trabaja Ana Julia Ortiz de 58. Sus ventas son de verduras y algunas frutas por unidad, libras y kilos. Papa, zanahoria, fríjol, alverja, apio, ahuyama y brócoli es lo que más comercializa.

Ortiz llegó a ser comerciante por iniciativa propia y después de tantos años dice, “aquí estoy y acá me quedaré”. Reafirma el gusto por su trabajo con una sonrisa.

A la par que trabaja como vendedora, también tiene un rol como madre con su hija, que en diversas ocasiones la remplaza en el puesto, a quien le ha dicho en reiteradas veces: “no hay diferencia entre vendedoras y vendedores. Hay mujeres ‘verracas’ que no tienen límites, si hay que levantar un bulto, se levanta, si hay que madrugar, se madruga, si hay críticas, se reciben y no se comentan, y si hay que perder, se pierde”.

Piensa que la independencia laboral de los vendedores de mercado se puede encontrar en un ingreso constante de dinero. “Es un trabajo muy bueno porque la plaza es un lugar donde uno trabaja y todos los días va a tener platica, así sea poquita, mientras que un trabajo estable de empresa toca esperar un mes para que le llegue el pago. Y debe someterse al mando de los demás, acá no hay que someterse. Uno es independiente”.

Sin embargo hay riesgos porque en una plaza como la Guarín, en ocasiones y por puesto de trabajo, puede haber un solo comprador en toda la jornada, este puede mercar con $300 un artículo como perejil o hasta con cantidades sustanciosas de dinero, libras, kilos y bultos. El flujo de compradores es relativo y cuando no hay movimiento se generan pérdidas económicas considerables con los alimentos no vendidos que se descomponen.

También existe el denominado ‘rebusque’ porque algunos vendedores comercializan productos de marcas como Amway, Herbalife, Gano Café, entre otras.

Estas tres mujeres son el sustento de su hogar como madres cabeza de familia, la situación se repite entre la comunidad de la plaza. La posición de las mujeres en este tipo de trabajo es positivo, actualmente.

Hay todo tipo de personas, las groseras, las atentas, las interesadas, las correctas y muchas más. También hay compañerismo, pero “desde mi experiencia diría que, para trabajar en una plaza, se debe mentalizar que uno va es a trabajar duro, a moverse, a ganar y a perder. Ser servicial, amable y culto son características humanas, cada quien aplica lo que quiere y esa es la diferencia. Eso hace que uno las prefiera y de igual manera comprar en una plaza es rentable, con buena calidad, $5.000 acá son $12.000 en un supermercado”, comenta Martha Orozco Cáceres, exvendedora en la Central de Abastos y dueña actual de un restaurante.

“He visto a mujeres cargar bultos, eso es guerreársela igual que todos. Un oficio como ser vendedora, cotera, cosechera, campesina hace que desaparezca el imaginario del sexo débil y eso está bien, ya es algo normal. Administran dinero, mercan a la madrugada, venden, aguantan a clientes patanes y siempre son amables”, dice Gustavo Cruz Prada, dueño de una tienda de barrio.

Así es como este oficio se realiza en esta y en las otras cinco plazas de mercado de Bucamanga; La Central, La Rosita, La Concordia, la de San Francisco y la reabierta Plaza de Mercado San Mateo.

Por Juan Guillermo Neira

jneira217@unab.edu.co

 

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Universidad Autónoma de Bucaramanga

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