¿Cree usted que dos personas pueden llegar a enamorarse por medio de correos electrónicos? ¿Es el e-mail un medio seguro para comunicar nuestras más ocultas e íntimas pasiones? ¿Es posible mantener una relación amorosa, únicamente, por medio de la virtualidad? Parece que estas son algunas de las preguntas que intenta resolver el autor austriaco Daniel Glattauer con su novela Contra el viento de norte.
Desde su publicación, esta obra ha sido traducida a más 30 idiomas y en el 2011 fue finalista del prestigioso premio German Book Prize. Aunque algunos críticos afirman que es una historia claramente amorosa, su verdadera intención es mostrar las manifestaciones más contradictorias, íntimas y eróticas de dos seres humanos. Dos personas que descubren sus defectos y virtudes sin pensar en las consecuencias. Capítulo tras capítulo, las palabras se presentan con más sensualidad y los personajes parecen desnudarse frente a nuestros ojos. Por este motivo, el lector se siente un espía que mira a través del ojo de una cerradura.
Un poco al estilo de Las pasio- nes peligrosas, la impactante obra de Pierre De Laclos, la obra de Glattauer está presentada en forma de cartas, pero en este caso cartas o correos electrónicos. Mientras De Laclos narra el juego malicioso y atrevido entre dos nobles franceses del siglo XVIII, el autor austriaco nos presenta a Emmi (joven ama de casa) y a Leo (Psicólogo del lenguaje) quienes empiezan una relación casual frente a sus ordenadores. En ambas obras el poder de los celos y de la palabra escrita
se manifiesta maravillosamente. Cada frase, cada respuesta a una nueva misiva, es una muestra plausible de ingenio, de ironía y de tensión.
Los mensajes vía e-mail permiten que las palabras vayan y regresen como flechas llenas de humor, pasión y odio. Emmi Rothner y Leo Leike parecen sentir en la escritura una manera de alejar- se de la monotonía, de sus zonas de confort. El lector asiste al arte del flirteo. Ambos son seductores, usan todas las estrategias posibles para demostrar sus afectos o para descubrir los sentimientos ajenos. Por esta razón usan la ironía, el doble sentido y la perversión para llevar a cabo un juego sugerente que alcanza límites irracionales.
En el caso de Glattauer, la virtualidad permite un juego casi instantáneo y directo. En este sentido, la espera y la paciencia no dependen de una empresa de correo o de un mensajero, sino del interlocutor, de si este responde de inmediato, al siguiente día o en una semana. Entonces, la historia se enreda en una trama dramática e inquietante que atrapa al lector. Aunque aceptemos que espiamos la intimidad de dos desconocidos, es difícil detenernos en la historia y dejar de mirar a través de la cerradura.
En un momento de la historia, Leo Leike se pregunta si “En la vida diaria ¿hay lugar más seguro para los deseos secretos que el mundo virtual?”. En la vida “real” hemos aprendido que lo virtual cada vez es menos secreto y que, por tanto, tampoco es confiable. Sin embargo, en la novela esta pregunta no es tan fácil de resolver. Se trata de dos personajes que han perdido el control de sus pa- labras y están dispuestos a perder el de sus acciones. Ahora importa la piel del otro, el tacto, su olor y su cuerpo; el instinto natural de poseerse carnalmente. Igual que en la novela de De Laclos los secretos son armas de doble filo: mantienen viva una relación y, al mismo tiempo, la destruyen.
Por Julián Mauricio Pérez G.
jpereCz135@unab.edu.co
*Docente del Programa de Literatura Virtual de la UNAB.